Sólo pasa en las películas

"Los sapatos de Ales son mu' shulos"–La líder suprema del Partido

De las miles de cosas que le pasan al protagonista de una película la que más me sorprende es cuando le dice algo científico a la que es como la escritora de Soul's Pieces ¡Y lo capta a la primera! Obviamente esto sólo pasa en las películas, si pasara en la realidad, el escritor de Verdades como puños y yo no tendríamos de quién reírnos con chistes malos de ciencias–que sí, en su blog es muy serio y socio-político, pero cuando cuenta chistes lo hace de categoría–, ¡estaríamos perdidos! A menos que se tiña de rubia, cumpliendo así un tópico del cine: la rubia tonta.

Seamos realistas, ¿a quién le gustaría, realmente, vivir en una película? Que sí que todos queremos ser el capo de una mafia italiana en Nueva York, con banda sonora propia, llevando un traje de chaqueta con una rosa en el bolsillo de la chaqueta, y cada vez que hables tu voz sea la única que se escuche por el respeto que impone. O todos queremos ser El elegido que salga de este mundo de apariencia desconectándose de Matrix para luchar contra robots y máquinas maquiavélicas del demonio, para ser el que finalmente acabará la guerra contra las máquinas porque el agente Smith se ha hecho con el control total de Matrix. O todos queremos vivir en un hotel encerrados durante todo el invierno mientras un miembro del grupo se vuelva loco y vaya todos los días al bar del hotel donde están los fantasmas que le dicen que mate a sus amigos o familiares.

Pero a parte de querer vivir en El Padrino, Matrix y El Resplandor, ¿quién querría vivir en una película donde eres el típico pringado de instituto que a base de una serie de transformaciones físico-psicológicas se convierte en el más popular de todo el colegio–aunque ya lo era por rarito– y consigue a la chica más súper-popular del centro? Esas típicas películas hechas para subir la autoestima de los pobre frikis marginados de EEUU–de hacerla en España, tal y como está el cine, se acaban cortándose las venas de desesperación, cosa que seguramente con la que ya amenazarían con anterioridad, pero nadie les prestaba atención porque para el resto del mundo no existe–. ¿Quién querría ser el príncipe azul de cualquier princesa de cuento, mimada y caprichosa? Por sí no es malo el princesismo, imagínate aguantar a una de verdad… ¿Quien querría ser un mago que haciendo unos truquitos con las cartas deja al público con la boca abierta? Teniendo a Harry Potter, los magos secundarios ya casi ni interesan. 

¿Que te he hecho yo para que me trates con tan poco
respeto?

Luego lo típico, de vivir en una película, la gente lo primero que pide es dinero, amor y cualquier otra pamplina, como… melocotones, miles de melocotones, millones de melocotones, ¿por qué? No lo sé, ¿en cuántas películas aparecen melocotones? Salvando, obviamente, las que traten de cualquier drama en una plantación de melocotones, que creo que no existen, ¡ninguna película tiene melocotones!–con tantos melocotones ha perdido el sentido la palabra: melocotones… meloco-tones, melo-cotones… ¡con menos sentido que el análisis sintáctico!–. Pero pocos piden poder volar, ser verdaderamente libres, o desear que se acaben las guerras y el análisis sintáctico en lengua, que existan más melocotones–ya la propia palabra me hace gracia– o una película propiamente política–aquí en España como todo está politizado… ¡no se puede disfrutar del buen cine sin que te metan propaganda de políticos!–.

Así pues, querido utopista que ya te imaginas siendo el protagonista de una película: acuéstate y sueña, que es la única película española–si eres de España, o español nacido fuera de España–libre de propaganda política, y además, me vendrá bien dormir un poco y soñar con que se estrena una película de melocotones:  Lo que el Melocotón se llevó