Hijo de Gaia
De un nuevo amanecer del que manan oportunidades, viajes, relaciones y experiencias nuevas, tan sólo uno mismo para coger cada tren con destino la eternidad o dejarlo pasar. Arrepentirse mañana está hoy a la izquierda, a la derecha Don Dinero te acecha. Queda en el camino el camino todo el ruido, el humo, la tristeza y falsos amores que mueren de risa. Por delante toda la eternidad envuelta de incertidumbre. Siente el abrazo de Gaia. Siente el abrazo de tu madre.
Todo cuanto ves, todo cuanto hueles, oyes o sientes es Gaia. Madre de todo. La única que persevera cuando la muerte ha asolado todo. La que cada noche nos arropa entre sus brazos y nos mantiene vivos con el calor de su cuerpo. La que hace el día a su libre manera. Presente en cada rama, hoja y piedra. Te acaricia con su brisa, te besa con sus mares. Su silueta de mujer te da morada, abrigo y el pan de cada día.
Que no se confundan los hombres, que nadie es dueño de Gaia. Nos engañamos creyendo que podemos llegar a poseerla, que al bautizar una ciudad podemos hacer de nuestra propiedad esa parte de tierra. Pensamos que dibujar fronteras sobre un mapa puede dividir realmente lo que siempre ha estado unido en un mismo seno. El único límite está en los que tus pies estén dispuestos a caminar, lo que tu mente esté dispuesta a imaginar, lo que tú corazón esté dispuesto a soñar.
Se hace presente con esa sensación de mística y magia cuando estás caminando solo por un bosque. El sentimiento de ser minúsculo frente la inmensidad del océano. Es tu reflejo más sincero en el espejo, el principio, final y el camino. Te susurra al oído las palabras necesarias para que la vida merezca la pena, palabras que, aunque no tengas nada de suerte, te hacen sentir vivo. Se hace presente en el agua que calma la sed cuando no la encuentras ni llorando.
La arena que cae dentro del cristal del reloj, distribuyendo cada grano en el lugar que le corresponde, es tu mayor aliado. La paciencia como el mayor escudo, el tiempo como espada, son las armas más poderosas que puedes tener en cualquier guerra. Hay veces que lo más difícil de todo es no hacer nada. Tan solo Ella te ofrece su abrazo infinito en todo momento de debilidad, para que entre sus brazos incorpóreos recuperes esa fuerza que un día creíste perdida.
En un mundo hostil construido en barro por humanos en el que la línea rota que divide el valor y lo que cuesta cada cosa está cada vez más difusa. Recuerdos que se esfuman como retroceden las olas. Niños que juegan a la guerra mientras el hambre se los lleva en soledad adonde nadie vuelve. Muchas lágrimas en cementerios sin que se solucione nada hacen que me pregunte qué es un hombre. Un mundo construido en barro te exige ser el más fuerte.
Si la puedes oír, escucharás el consuelo que más necesites cuando aniquilan tus ilusiones y venden tus sueños a cualquier postor. Sentirás su mano en tu espalda dándote el impulso que necesitas para seguir adelante, la que te ayuda a levantar en cada caída. Verás cada detalle de belleza que deja en el universo como miguitas de pan en el camino. Notarás su caricia cada vez que necesites su calor, te hará sentir único con cada palabra que requiebra susurrando en tu oído.
De un nuevo amanecer del que manan oportunidades, viajes, relaciones y experiencias nuevas, tan sólo tú para coger cada tren con destino la eternidad o dejarlo pasar. Por delante toda la eternidad envuelta de incertidumbre, con la seguridad de que siempre te estará velando. Siente el abrazo de Gaia. Siente el abrazo de tu madre.
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