Donde nace la alegría

Allá donde nace la alegría, el lugar donde habita el olvido, un sitio que es hogar de almas enamoradas, las mismas que un día entre sus hectáreas vieron florecer su amor, sincronizando los latidos de su corazón. Donde las lágrimas caen por quien ya no están. Un lugar donde misterio y tranquilidad pasean de la mano como almas afines. Un sitio perdido donde evadirse, un rincón del planeta que puedo considerar espiritualmente mío.

Si nadie valora el tesoro que tiene hasta que lo empieza a perder, temo estar perdiendo este paraíso que en el que he pasado media vida, o es la vida misma la que se está escapando de entre mis manos, como el humo de un cigarro del preso que sale de entre las rejas. Pero me decanto por lo primero porque mi salud está bastante bien. Lo que sí es cierto es que aprecio cada rincón, cada pequeña hoja de la más diminuta planta que habite este jardín. 

Aquí, donde un arquitecto se enamoró del terreno haciendo auténticas maravillas que se combinan en perfecta armonía con la naturaleza, un hombre que nunca imaginó que el palacio y los jardines que estaba diseñando un gran monumento. Me gusta pensar que este jardín es una frontera entre lo divino y lo humano, donde los objetos materiales y la idealización de los mismos simplemente conviven felices los unos con los otros y, a veces, cooperan en paz, sin pedir nada a cambio por su servicios. 

Pensar que para los muros de antiguos edificios que aquí se alzan de la tierra, queriendo alcanzar el cielo, al igual que las bellas plantas, que forman la vegetación del jardín de este espectacular palacio de fantasía, sienten un tiempo diferente al de los humanos. Su alma se encuentra en un universo paralelo donde el tiempo pasa mucho más lento. Un universo al que yo me asomaba cuando regaba sus delicadas raíces. 

Aquí en este edén me siento el más rico del mundo entero, el más feliz porque no es dinero lo que tengo. Al alcance de mi mano tengo el violeta de las jacarandas, el rojo intenso de las amapolas silvestres que crecen a la vera de los senderos, el verde que se alza sobre todos los demás dando la vida en copas de árboles y helechos, junto al marrón de los troncos y la tierra, el olor de la dama de noche al caer el sol, de los jazmines y azahares en la primavera más bonita. 

Soy el más rico de este universo, más que muchos hombres cuyo dinero les sobra, y amasan más y más sin saber que lo que buscan con ansia en los bienes materiales no está en el tener en demasía sin saber usarlo. Es el tiempo y la libertad tan absoluta que tengo para disfrutarlo en este paraíso lo que me hace ser tan rico, y no por ello infeliz. 

Libertad para pasear por las sendas cubiertas de vegetación, por aquellos túneles mágicos donde la humedad se ciñe sobre el cuerpo, respirar el aire puro de estar en plena naturaleza. Tengo ese albedrío tan fantástico de poder hacer todo cuanto por mi mente se pase, y disfrutar de cada segundo, de cada paso que doy entre sus hectáreas, saboreándolo como un dulce melocotón recién cogido del árbol que hay junto a la fuente del la bella diosa Venus.

Existe un lugar en la tierra done nace la alegría y habita el olvido, un bello rincón del mundo donde germina el amor entre dos corazones que sincronizan sus latidos, un bonito sitio que se encuentra entre lo divino y lo humano, donde mi espíritu reside y se encuentra con mi cuerpo. Ese lugar es mi jardín y yo soy su jardinero.  



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