Sufres y callas

Desde aquella cámara primera, aquella primera máquina inventada en 1816, tantos recuerdos se han capturado en ella, tantas risas, llantos y emociones. La fotografía, capaz de evocar tantos sentimientos, poner el vello de punta como lo haría la más bella y melódica de las músicas, la misma que puede engañar a la vista creando un sorprendente efecto.


La bella fotografía, la que ahonda las penas y la miseria con una triste imagen, la que ensalza a la alegría y satisfacciones con el bello semblante de una mujer sonriendo realmente, la que define la belleza, como una bonita pintura de un paisaje realista pintado por Monet, la que, sumada al milagro de Internet, hacen que desde el mismo sillón de casa pueda conocer casi todo el mundo tan sólo a un click de distancia gracias a tantos fotógrafos que a diario suben sus pequeñas obras de arte a la nube.

Internet, uno de los pocos que es capaz de alzarte por las nubes o mandarte al mismísimo infierno durante un efímero y breve instante hasta que el mundo la tome con otro. El que puede mostrarte la grandiosidad del ser humano en todo su apogeo, que te enseña lo rastrero que puede llegar a ser el hombre. El que come el coco como nadie, miente y desmiente como si se tratara de una costurera que cose y descose el mismo retal.

Una imagen que podría ser la más bella del mundo, prostituida como el pensamiento del fotógrafo que tuvo la osadía de compartirte con el mundo entero la belleza de tu cuerpo, sin más escrúpulos de los que su pútrida conciencia le marca. Esa página llena de insultos a la Fotografía, imágenes chabacanas, videos denigrantes para ti y sueños que jamás han existido para hombres cuyos ojos no brillan, al son de sus bocas llenas de babas, hombres que en ti no ven más que un trozo de carne caliente.

La belleza de un encuentro de un hombre y una mujer, donde el calor del amor y la pasión se mezclan como el sudor de ambos cuerpos, mancillado por un cobarde que se cree más hombre por tener como mayor hazaña el compartir en forma de vídeo la relación que tuvo la noche anterior con el mundo entero, que para ser más hombre necesita humillar a una mujer. Ese desgraciado que mancha con sus acto el nombre de toda la masculinidad, yo lo afirmo, y me reafirmo una vez más, ese no es un hombre.

El amor entre iguales es muy distinto al que esa vida que en ese mar por el que casi a diario navegamos, ese mar donde no se respeta las leyes del marino. La pasión que entre dos personas sienten en ese sagrado momento es muy diferente a aquel que muestran los videos que tan sólo hacen que aquel que inventara la cámara fotográficas se remueva en su tumba. Un hombre de verdad es muy diferente a aquellos indeseables que hacen como si fueran tus dueños, como si ellos fueran personas.

Esa delicada flor que es tu cuerpo no merece en absoluto del maltratado por un mal nacido que con su cámara te humilla. El amor tiene como pilar fundamental el respeto mutuo, cualquier cosa que rompa este pilar no se puede llamar amor. La cámara que capturará tu delicada flor para exponerla denigrantemente al mundo, para verlo a él como héroe por su «hazaña» y a ti simplemente como el objeto usado, no creo que nadie, y menos tú, quieras ser menos que un canalla miserable.

El amor es, tal vez, una de las cosas más bonitas de este mundo, quizás le demos demasiadas vueltas y deberíamos hacerlo más sencillo todo, quizás quieran hacerlo pasar de moda, pero lo que sé es que es muy distinto a los que esos vídeos y fotos muestran, tan distinto como que a ninguna mujer que conozca les gustaría estar desnuda al otro lado de la pantalla, mientras sufres y callas.

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