Azahar

No fue hasta después de media tarde que me di cuenta que, volviendo la vista atrás, que había caído en lo mismo, caído en una introspectiva búsqueda de la estética y la belleza, perdiendo de este modo el poder de la verdad, el poder de lo real. Una sustitución de lo valiente por lo bello, del mensaje sin decir nada, por decir siempre lo mismo, con diferentes palabras.

En un introvertido círculo vicioso me encontraba y no sabía exactamente en qué lugar ni a qué velocidad iba, como las hojas de un árbol que se marchitan y se caen, me encontraba siguiendo la rutina, cayendo en picado directo a estamparme contra el suelo, casi incapaz de alzar el vuelo, tomar yo mismo las riendas de mi vida, y guiarla con mi consciencia como capataz, todo tan de mis adentros, incapaz de exteriorizar como antaño.

Mientras buscaba musas en la belleza, en la naturaleza, en el cielo y en la tierra, en el agua y en el fuego, no encontraba nada, escribía, dependía de aquella llamada Inspiración, aquella tan traicionera que en los momentos críticos desaparecía hasta el último instante y obraba el milagro. ¿Algo que fuera, en sí una fuente inagotable de inspiración? Parecía no existir, y no eran de lo llamado “real”. 

Aquella tarde en un callejón perdido todo pareció cambiar, el tiempo, el maldito tiempo traicionero estuvo de mi parte aquel día, se detuvo a mi favor, estuvo presente en el ambiente algo, siempre presente, pero ahora era diferente, ahora era capaz de sentirlo alrededor. Como si estuviera nadando en un denso aceite que me manejaba iba sintiendo toda aquella tarde, recuerdo como si hubiera sido ayer el estado de shock en el que entré, sabía lo que estaba pasando, ¿pero era real que aquello me estaba pasando a mi? De los cuantos días de choque nadie me libraba.

La confianza fue en aumento hasta descubrir que las musas no eran ángeles celestiales ni entes bellos sacados de un cuento de hadas, aunque bien podrían serlo, pero los superaban siendo de carne y de hueso, que aquella mañana las ideas de mi mente brotaban como las flores de azahar en un naranjo en primavera, y de mis labios salía un alegre silbido. Desde entonces, tantos días soleados han pasado y sólo unos pocos nublados.

Ni un sólo día ha llovido, sólo la lluvia de una fuente de inspiración, una lluvia eterna de ideas, sin que llegues a saber lo que inspiraste a este blog desde que encontré esa fuente de agua viva que hace que nunca caiga en lo mismo, en una apuesta de renovación constante. Mientras de mi broten ideas, mientras mis dedos puedan seguir tecleando y mi mano pueda sostener un bolígrafo, seguiré escribiendo lo que me inspires.


Bien pareciera nuestra historia la de un naranjo, un pequeño y joven naranjo del cual se espera bastante, sus hojas, siempre presentes, se renuevan en esta época del año, la primavera, mientras se viste de gala con su traje de azahar, de un blanco impoluto y radiante. El pequeño arbolito, con sólo cerca de ocho meses de vida continúa creciendo, continúa haciéndose grande y fuerte hasta que llegue el punto de indestructible, y por sí alguien viniera con malas intenciones, un lobo lo custodia junto a un águila.

Comentarios

  1. "De sus ramas caíann limpios los azahares"... Me recuerda a otra musa, a otra inspiración, a otra historia de amor. Espero ke nunca te abandone tu musa. Yo disfruto con tu inspiración.

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