Sobran las palabras

Dicen unos estudios de las más prestigiosas universidades del mundo entero que los niños chicos pierden la dulce capacidad de ser adorables, no obstante no es en esa edad cuando pierden la sinceridad. La cuestión no es a qué edad dejan de gustar como niños pequeños, sino a qué edad pierden la pureza y se rinden a los brazos de la hipocresía.


Con sólo unos pocos músculos se sonríe, con aproximadamente treces, un número en principio maldito por casi todos, como el número de personas que son capaces de sonreír, casi todos, salvo aquellas personas malditas de por vida sin poder esbozar una sonrisa, y pese a intentarlo queda mucho mejor que ni lo intenten, y me hace preguntar, esa maldición ¿se nace ya con ella o se adquiere con la experiencia? Se me haría tan raro imaginarme a alguno de ellos sin reírse durante toda su vida.

Esa llamada directa al corazón que hace la sonrisa de un bebé, un recién nacido, un infante, tan pura y sencilla. La falta de experiencia en la vida hace que no conozcan rencores, odios, ni siquiera son capaces de sentir celos, ni malos sentimientos, dando como resultado que una risa, una sola carcajada, suene perfecta, llena de pureza y falta de maldad, bien parecen espejos donde se refleja la verdadera felicidad, carente de las preocupaciones que le impondrán una vez crezcan.

Qué diferencia con aquellas sonrisas de los mayores de las cuales uno no sabe que interpretar, sin saber si son verdaderas, si por compromiso, por quedar bien o si al que sonríe ha entrado en shock y está sonriendo con el corazón. Esas sonrisas para quedar bien, o para intentar no dañar los sentimientos los cuales no importan para nada mientras que el que ríe quede bien delante del otro. Sonrisas forzadas para entrar dentro de un grupo social.

Esas risas de maldad de los niños y adolescentes que faltos de autoestima, se respaldan unos a otros burlándose de aquel que es más débil o más independiente siguiendo a algún despiadado líder que necesita sobrevivir hincando el diente usando un gesto tan bello como es la risa con una finalidad egoísta y destructora, como si le robará la autoestima a aquel que es más débil que él y así reafirmarse como “superior” y poder sentarse en un trono forjado con el dolor de los demás.

Tantas sonrisas profanadas por motivos hipócritas y prostituidas para humillar y destacar ante el resto, la tristeza tras la máscara de una sonrisa, odio, rencor y celos que muestran una risa hiriente y satírica, bien parece que la sinceridad y la pureza quedaron desterradas quién sabe si para siempre. Cambiaría todas esos semblantes en los que se puede oler el cinismo por una única sonrisa de un niño, una sola risa que es un reflejo impoluto de la alegría.

No obstante, por un resquicio se asomaba un rayo de luz, una sonrisa tan pura y sincera como la de un infante tiene. Una risa que me produce un nudo en la garganta, un vuelco en el corazón por la belleza de un gesto no mancillado por la maldad, un gesto reflejante de amor verdadero, de paz y plena bondad. No podría negar nunca que la sonrisa que en la mujer es su curva más bella, porque he visto que sólo esa sonrisa es capaz de superar a la de un niño.


Y es que no hay gesto más hermoso que la sonrisa de una mujer enamorada.

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