Después de la eternidad

Ya salió el sol. De nuevo amanece, pero este parece distinto. Los rayos de sol que entran por la ventana saben más dulces, como más brillantes que el resto. A tan sólo unos minutos de que suene una alarma que hoy no tiene porqué sonar. Algo en el ambiente huele diferente, huele a gran día. La luz del sol parece abrazarme tiñéndolo todo de naranjas y amarillos. A un paso de salir de la cama. A un paso de salir a la eternidad.

Como un niño, ansioso por descubrir el mundo, salto de la cama. Me dejo guiar por ese instinto que me susurra en mi interior que hoy va a ser un día diferente al resto. En el espejo, mientras me lavo la cara, me doy cuenta que hay dibujada una sonrisa en aquel que se refleja. Hasta el desayuno tiene hoy un mejor sabor. Como si llevara eones esperando a que llegara este día. Bendiciendo al reloj porque ya llegó, maldiciéndolo porque está pasando muy rápido.

Salgo de mi casa, con el tintineo de las llaves metiéndose en el bolsillo. En la barriga mariposas de emoción, en la mente una alegre canción que me cuenta que las casualidades existen. Me recuerda que tal vez una pequeña decisión hoy cambie mi vida por completo. Quizás estar en el lugar adecuado, en el momento más idóneo propicie ese cambio. ¿La fórmula mágica de la alegría? ¿Un encuentro inesperado? Ni yo mismo lo sé, tan sólo soy capaz de sentirlo, pero, ¿acaso importa?

Un viento suave sopla del norte, va acariciando todo a su paso, a cada persona, a cada hoja de cada rama de cada árbol. La mar besando la arena de la playa está picada por el frío viento del norte. Un recuerdo de los noventa se viene a mi mente como el agua clara, cuando en mi infancia quise bañarme en la mar un frío día de invierno. Hoy vuelve a mí ese viejo deseo. ¿Qué tendrá la playa en la estación de las noches frías para estar tan bonita?

Camino por el paseo marítimo esperando lo inesperado, sonriendo con cualquier cosa que pasa. Esta temperatura quizás sea incómoda para el resto de la gente, sin embargo a mí me infunde una sensación tan agradable como familiar, es como si siempre que este viento sopla me pasaran cosas buenas. Un buen augurio imposible de explicar con palabras. Una brisa que trae consigo ese olor a día especial. Es como destapar un frasco que guardara en su interior el propio olor de la felicidad.

Me siento en la barandilla del paseo, mirando a la mar. El sol de la mañana asciende por el cielo, iluminando cada vez más rincones de la ciudad, perdiendo los amarillos y los naranjas por mor de un blanco azulado. El color del sol en invierno. Pienso en la eternidad que tengo ante mí, en las millones de posibilidades que puedo escoger, y sin embargo me estoy dejando llevar por un instinto, una intuición. Sin esperar nada, tan sólo lo inesperado.

La playa con esa marea picada, el horizonte infinito al fondo y yo, con esa certeza de que hay algo muy bueno esperándome. ¿Qué más se necesita? Quizás hoy sea un día normal dentro de otro año más dentro de mi existencia, pero me niego a verlo así. Hoy en un gran día que me ha venido como un regalo, y con la ilusión de un niño lo estoy disfrutando. Y mañana otro día genial para disfrutar, para dejarme llevar, para sentir este viento norteño sobre mis mejillas. Porque hoy ha empezado la eternidad.


 

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