Imagínese#Santa compaña


Veía cómo desde hace tiempo su cuerpo no aceptaba comida, se estaba poniendo pálido. Se acercaba el día de Todos los Santos, y, cuando en Madrid se preparaban para la popular fiesta de Halloween, en su pueblo se prepararían para celebrar el tradicional día de Todos los Santos.

El jueves 31de octubre a las 23:45, intentando conciliar el sueño, abrió los ojos como platos. Sus ojos estaban blancos. Sobre su mesa de estudio lucía una cruz de dos metros de alto, hipnóticamente cargó con ella, y sin que nadie lo viera salió de su casa. Salió de su portal, famélico, cargando la cruz comenzó su nocturno.

A las 12 las luces de la plaza se apagaron, pero él continuó caminando. A su paso todo quedaba en silencio, oscuro, y una procesión de cirios flotantes comenzaron a seguirle. El olor a cera impregnó Madrid, se oían rezos y plegarias tras el portador de la cruz, el resplandor de los cirios y la luz de la Luna iluminaban su camino.

Grupos de gente observaban la procesión de ánimas en pena, e hipnotizados caminaban a formar parte del desfile. La oscuridad que habitó esa noche en Madrid desconcertó a los  ciudadanos, que, a la par sentían la necesidad impetuosa de permanecer en silencio. El cuerpo de policía, anonadados por la marcha que había salido sin permiso intentó detenerlos con antidisturbios, los cuales formaron una barrera humana cerrándoles el paso por la Gran Vía. El tráfico estaba detenido, y los coches eran incapaces de arrancar, incapaces de hacer ruido, y la Gran Vía pudo ver el firmamento con el murmullo de las oraciones de las almas.

La Santa Compaña se aproximaba cada vez más a la barrera, los cuales permanecieron inmóviles. Unos vivos se les acercaron ofreciéndoles una cruz a cada uno. Muchos agentes temblaron ante tan poderosa y mística presencia y se rindieron a ellos, uniéndose. Los que permanecieron firmes en su puesto fueron atravesados sin más por las almas en pena y murieron al instante.

Continuaron su camino hasta haber barrido una buena parte de Madrid, dejando a su paso un lóbrego resplandor, olor a cera y un oscuro silencio, hasta que al amanecer los primeros rayos de sol disolvieron la procesión y el vivo portador de la cruz se desplomó en medio de la Plaza Mayor. Intentaron despertarlo en varias ocasiones sin éxito, cuando se despertó la gente que lo rodeaba estaban esperando una ambulancia, y comenzaron a preguntarle cosas que a penas entendía. ¿Dónde estaba? ¿Quién lo había llevado hasta ahí?

Se despertó delgado, muy delgado, y pálido. No recordaba nada de la velada pasada. Veía las noticias del telediario, donde afirmaban haber visto pasar la Santa Compaña en el centro de Madrid, dejando sin luz a Madrid, y habiéndose llevado muchas almas consigo. Los periodistas más objetivos culpaban de los hechos a una organización terrorista. Tachaban de terroristas a almas en pena que venían en busca de más ánimas para su compaña, a aquellos que murieron intranquilos y siguen buscando la paz.

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