No se lo cuentes a mamá
Llegados a este punto, dime, ¿prefieres un peñazo de poema de Federico García Lorca en contra del capitalismo o un poema porno-erótico de Vicente Aleixandre?
De cada generación tenemos un autor favorito, y muchas veces dos o más–para aquellos que hayan terminado esa horrible asignatura llamada Lengua Castellana y Literatura pa’ siempre y vean la literatura como algo que ¡hasta se puede leer!–, por ejemplo, Cervantes, Dante, del 98, tengo a Unamuno–¡deberían acosar a Unamuno como se acosó a los Beatles!–y Valle-Inclán, del 27 a Aleixandre. Pero también nos buscamos un autor enemigo acérrimo–Albertito Mendez, Fede Gª Lorca, y sobre todo: Paquito Quevedo, que le cogí odio el año pasado–, que para los estudiantes serán todos y cada uno de ellos.
Alguno de estos autores se centran en temas socio-políticos, y otros en el amor–mírese Poemas de la consumación de Aleixandre, y leerás porno–, dos temas que pueden tener cierta relación antagónica, porque, veámoslo lentamente: temas socio-políticos, esos temas a lo común, el masacote de letras que suenan medianamente bien–para quién sepa leer poemas–, o un árido libro criticando la situación de España–qué bien le ha hecho a este mundo la existencia de la chirigota del Selu–, y además en un tono existencialista, que cuando te lo leas, ten una almohada a mano, porque dormir encima de un libro no es agradable–cuando hablo de eso, intento hacerlo como el Selu–. Pero leer un poema o un libro de amor es otro coñazo, es siempre lo mismo.
Aunque yendo aún más profundo: cuando uno va a luchar en una manifestación, en una protesta para hacer una sociedad, la cual te trata como un grano de arena en el desierto–y la mayoría de las protestas son sólo para mejorar la misma sociedad–. Luchar contra la corrupción, esa plaga llamada desahucios–Word no reconoce la palabra… ¡Qué utópico este programa! Está bien escrita, ¿no?–, por los recortes, por un mundo más verde, por el cambio climático, o, por la causa más importante de todas: Predicar el fin del mundo–¿Qué haríamos sin esas personas racionales que nos advierten de un ataque zombie inminente?–. Es muy importante ese último tema.
¡¡El fin está cerca!! |
Sin embargo, al ver a la persona a la que amas, todos estos problemas es como si desaparecieran–de esto era el comentario de texto de mi último catastrófico examen de lengua–. Te dejas de tonterías de sociedad para decir tú y yo para siempre–y luego a los tres meses lo manda a la mierda.
Y he aquí la gran retórica como corolario: Luego entonces, ¿es más importante la sacrosanta sociedad igualitarista, o tu vida misma? Te puedes preocupar de lo peor que hay en este mundo hasta que conozcas a alguien que desplace todas esas cosas a las que le dabas tantísima importancia, como es el tema del fin del mundo, las desplace hacia otro lado–ubi sunt–, porque no creo que nadie vaya a luchar a muerte por la sociedad–sólo Sócrates–, que se resiste a cambiar, cuando una persona ocupa toda tu atención.
No quiero decir que estoy dando por perdida a España–que ya está resquebrajada en dos…–, sino que este pierde importancia, pues no es lo más importante: primero está nuestra vida, lo que nos pasa, y luego la lucha por volver a unificar este país, crear un mundo mejor. Tenemos que valorar la importancia que le damos a las cosas, pues no menos importante el amor, que es lo que debería sostener la sociedad–en vez del odio que engendra guerras, violencia etcétera.
Lo que parece es que el amor ha pasado de moda, pero no, sigue, y seguirá existiendo, pues va intrínseco en el ser humano, y nada en este mundo, por muchas guerras que haya habido va a poder frenar ese sentimiento tan profundo.
Soy consciente de que esta entrada es la mas moñas que he escrito, pero he sido retado, por lo que me he visto en la obligación ético-moral de escribirla.
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