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Imagínese en una conferencia, escucha al hombre que da la conferencia, y se percata de que tiene ideas completamente opuestas a las suyas, pero su elocuencia es tal que usted cae rendido a su ideología. Felicidades, ahora usted es parte del rebaño.

¡Buenas! Tengo una muy buena noticia: he terminado el termopar (unión de dos metales distintos por una parte que se calienta para conseguir diferencia de potencial), pero me daba sólo 0'7 milivoltios, o sea, lo que se dice nada de nada–y eso que en Youtube llegaba hasta el voltio… ¡yo ni al milivoltio!–. Así que es lo que me queda, unir muchos de lo mismo en serie hasta los 400 y pico de voltios que necesito para hacer un rayo milimétrico…  

Pero no quería hablar del termopar, o el fallido intento de termopar hierro-cobre–que no venía en la Wikipedia, lo mismo es por eso que no funciona…–, hoy traía un tema polémico, y es que a la gente es lo que le gusta, lo que provoca discrepancias, para así, utópicamente, llegar junto a los que discrepan a un conocimiento más absoluto. Y ahora voy yo y me lo creo. Es cierto que a la gente le gustan las peleas, y de hecho,muchas veces les buscan las cosquillas al gato, y se las encuentran. Nada más que hay que ver la historia de la humanidad: ¿Qué es lo que más te interesa? ¿La política de los antiguos griegos? ¿La economía de Francia en su revolución? ¿Los momentos de paz de la Unión Soviética? Lo que nos interesan son las guerras, las revoluciones… mientras más conflictividad social en una época más interesante es el tema, aunque te parezca horrible. Ahora, habrá quien estudie los momentos de paz en Mesopotamia.

Y esta postura es muy cómoda, porque nosotros, que no vivimos en guerra, estudiamos las guerras con mayor interés que la paz, de hecho esta época en Europa, afortunadamente, pasará a los libros de historia como un periodo aburrido, salvo para quienes, como yo, les interesen los progresos científicos.

Luego, entonces, lo polémico nos atrae, un comentario en Facebook, como ejemplo, defendiendo de manera acérrima una postura a favor o en contra de algo, y lo peor de todo, ¡no argumentar la postura tomada! Porque ahora te voy a dar yo mi opinión, estoy a favor de la existencia de las supercuerdas, y porque yo lo digo. ¡Y ya está! ¿Pero porqué defender las súpercuerdas si sólo existen sólo como teoría que unifica las fuerzas en las partículas? 

Ya algo menos malo son los argumentos calcados, que, bueno, no son propios de la idea del sujeto, es decir lo que otro ha dicho para defender tu postura, luego el otro te está defendiendo, y como que no sería muy aceptable. Otra cosa es–y ojo con esto–, usar lo que otro ha dicho para reforzar tu argumento en una postura, pero no hacer el argumento entorno a lo que ha dicho el otro tío, para eso que venga ese y lo defienda.

Representación de las supercuerdas
Continuando con el ejemplo de las supercuerdas, no diré que estoy a favor porque el físico tal dijo tal y cual y liarme en un rollo intratable de lenguaje fantástico y chisme. Más bien diré que estoy a favor de las supercuerdas porque en el fondo, el mundo microscópico no puede ser tan complejo, y esa teoría lo unifica todo y no se qué y no se cuanto–no sigo porque no puedo posicionarme en la existencia o inexistencia de las supercuerdas, además de porque con mis razonamientos les daría la razón a los contrarios.

Por ello, dispuestos a crear polémica, argumentemos antes de meternos en una discusión con el primero que tenga ganas de pelea cuántica.

Y por cierto: ¡VIVAN LAS SUPERCUERDAS!

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