Entre tus brazos
Mientras el tiempo les pasa factura, permanezco igual, sobrevivo a todo, y me da que pensar que lo mismo no eres tu la que envejece, si no soy yo el que carece de vida propia y eres tu la que me aportas el don de vivir.
Nuevo, limpio e impoluto entré en tu casa, al son de una nana, de “duérmete, niño”, cuando ni siquiera balbuceabas tus primeras palabras, cuando sólo llorabas y manchabas pañales, nadie te diría nunca que yo sería tu protector, el guardián de tus secretos más privados, aquel que en las sombras te velaba, tu mejor amigo. Sabía que ibas a ser una mujer por la forma en la que tu corazón latía, cuando por las noches me abrazabas e incluso me llegaste a morder en más de una ocasión mientras tus dientes salían.
Mi amor por ti fue creciendo, al igual que lo hacía tu cuerpo. Me encantaba que no pudieras vivir sin mi, que las noches en las que no te acompañaban eran noches vacías, y las mañanas en las que yo estaba a tu lado eran tus mejores días. Pero a medida que los ejercicios que traías de la escuela subían en la escala de dificultad te fuiste alejando de mi, sin quererlo, no te sentía a mi vera, no podía imaginarme qué me depararía el futuro sin ti, y mis pesadillas se fueron atenuando día tras día.
Mientras tu cuerpo se modelaba como el de una mujer no era yo el que junto a ti dormía, ni era yo quien te guardaba de las tinieblas y los monstruos que vivían bajo tu cama. Desterrado en un rincón como viejo objeto de exposición sin ser expuesto, pasaban los meses, y yo, loquito por volver a probar la miel de tus labios, por volver a sentir ese amor que antaño tenías por mi, haciéndose presente con un abrazo, un simple abrazo que lo decía todo y me hacía sentir tan feliz.
Creí que moría cuando supe que tenías un nuevo amor, y casi no podía ni seguir adelante de la agonía que sentía, y me sentía utilizado cada vez que me cogías como un objeto cualquiera, fingiendo que no te importaba nada en absoluto ante tus amigas o tu amor, o eso quería creer. ¿De verdad no represento nada para ti? ¿Qué fueron de esos años de felicidad que pasé junto a ti? ¿Porque sólo te sirvo para tener melancolía del pasado y no para animarte cuando alguien te hace daño?
Me enteré que te casabas y no pude evitar verter una pequeña y casi invisible lágrima a través de mis costuras. Me envolviste en una caja con muchos más objetos, y en un rincón de tu casa nueva me colocaste, para volver a llenarme de polvo. Hiciste la barbaridad más grande que podías haber hecho, y me metiste en la lavadora y mientras daba vueltas y más vueltas lloraba donde sabía que mis lágrimas serían disueltas por el agua de aquella máquina infernal.
Casi nuevo, limpio e impoluto, y falto de un ojo, volví a sentir tu amor cuando me cogiste con aguja e hilo para coserme un botón en el lugar donde mi ojo se encontraba, te sentía más cercana y sensible que todos tus días, nostálgica, pero bien parecías la mujer más alegre del mundo y sentía la emoción de volver a encontrarme entre tus brazos, volver a ser el que un día fui y compartir tus alegrías como sólo una mujer con su viejo muñeco de la infancia pueden hacerlo.
Pero aquella mágica noche no me devolviste al rincón de dónde venía, no dejaste que siguiera tragando polvo, volví a sentir ese amor puro e incondicional. De nuevo esa magia en el ambiente al son de una nana, al son de “duérmete, niño”, me colocaste en una cuna, como la que hace ya tiempo estuve por primera vez y me pusiste entre los brazos de la que hoy es tu hija.
Inevitablemente, tu entrada me hace sonreir con nostalgi. Mi hija tiene unpeluche con el que hizo de todo. Es rojo y se llama Elmo. A veces he pensado que Elmo tiene su alma chiquita y que espera a que otra vez le demos vida. Muy bonita tu hsitoria
ResponderEliminar