Como una regaera

Todo empezó con algo tan simple como una idea, una pequeña idea que surgió del más mínimo gesto de bondad y altruismo como el de acompañar a una amiga. De ahí el dicho de que el arma más letal es una simple idea.

Una idea al más pleno estilo de Platón es lo más peligroso que se puede tener, y no es recomendable que caiga en malas manos. Agradezcamos pues que haya tantos necios sueltos incapaces de procesar pensamiento propio, de ser así, faltarían las masas, faltarían dirigidos, gente fiel a lo que alguien en su día ideó para su propio beneficio. Visto ese punto, ¿sería bueno o malo revelarse contra el pensador y abstraer de las ideas conclusiones generadoras de nuevas ideas?

Infundir esa idea es complicado, vender esa idea es difícil, y hay que saber hacerlo, y no todos pueden hacerlo bien. Y muchas veces estos pensamientos llegan a quien quieres sin darte cuenta, orbitando alrededor de su cabeza, con un radio cada vez más pequeño, más y más cerca de entrar en ella por cualquier resquicio en la defensa del pensamiento propio para derrumbar todo lo que se pensaba, todo lo que se creía, el bien y el mal volvieron a ser conceptos relativos.

Hace ya algún tiempo que alguien dijo que las ideas revolotean alrededor de ti, se deslizan entre tus dedos, acaricia tu cuello, sopla en tu cara, y finalmente acaba susurrándote en el oído, y cuando menos te lo esperas, tarareas la melodía de esa idea, te acuestas pensado en ello, despiertas con la mente ardiendo de tanto masticarla, sacando humo por las orejas, sin saber cómo ni por qué comienzas a caminar en la niebla, como navegante sin rumbo, quizás con algo de sorpresa, o algo de ilusión.

De repente sin saber por qué razón esa idea comienza a interiorizarse en tu mente, mirando distraída por una ventana, con un semblante tan inexpresivo como pensativo, tan introvertida que nadie es capaz de traspasar las gruesas murallas de tu mundo interno, sin una pequeña rendija por donde observar qué pasa dentro de tu cabeza o qué deja de pasar. Esa cabecita es una pequeña pero potente bomba de relojería.

La idea es un veneno, que cuando lo tienes tan dentro de ti sólo te queda volver a nacer o dejarte morir lentamente consumido por esa simple idea. Como si de un ave fénix se tratara, resurgió de sus cenizas emponzoñadas por el veneno alzándose más bella que nunca. Y hoy se cumple un año del inicio del inicio de una idea, que desencadenó una gran historia.

Hay que estar loco, como una regaera, para inducir una idea en un campo prohibido, y que salga bien.


Quién sabe… a lo mejor quien lea esto no sabe que la idea de todo esto ya está cerca, soplándole a la cara.

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