La guerra aún no ha terminado

Cuenta una leyenda de las tierras del sur que una vez hubo una persona, con suficiente valentía, coraje y un par de… narices, que se atrevió, desde el 24 de diciembre del 2012 hasta hoy, a leer todas y cada una de las entradas (113 entradas) escritas por mi, Pepe G Cervera, en Impredeciblemente en Blanco y Negro (solamente). Eso sí, tengo un vecino un tanto aburrido… creo que le voy a pasar el blog para que se lo lea ¡entero! ¿Eso no se considerará homicidio por shock?


Un aplauso al lector que se ha leído todas mis entradas, que eso es un mérito–no, mi madre precisamente no es… y le insisto para que lea, pero ese mindblow que provoca el blog es un poco grande, y como que no–, y lo comprendo, son demasiadas entradas, muy rebuscadas, con un estilo muy…mío, normal que haya una, dos… veinte entradas no leídas. ¡Hasta mi Soñadora tiene alguna no leída! Y a mi se me olvidan las que he escrito, ¡ya verás cómo estamos de memoria!

No son pocas las veces las que me han preguntado cómo puedo escribir tanto–de la calidad ya no hablemos–, y lo que no saben es que el primer sorprendido soy yo, ¿cómo tengo tanto de que hablar? ¿Cómo puedo seguir con temas en la mente para escribir? No lo sé, pero sé que hasta el Santo Job se hubiera saltado alguna que otra entrada, así más larga que otra.

Con esto llegamos a la sexta virtud, algo que escasea hoy en día: la paciencia. Una antigua profesora me solía decir "Cervera, la paciencia es la madre de la ciencia", y ya ves si tenía razón, sin un poco de esa capacidad, o habilidad, de llevar a cabo una tarea tediosa con relativa tranquilidad y tolerancia, probablemente no existirían, por ejemplo, la bombilla. Es un coñazo probar a chutar electrones a diferentes materiales hasta que a alguno le de por iluminarse y dar luz.

No podemos exigirle paciencia a todo el mundo, pues hay quien nace sin esa habilidad de esperar, y lo que quieren lo quieren ya, gente que es poco constante a la hora de hacer las cosas. Y por el contrario podemos encontrar a gente con una férrea paciencia, capaces de esperar una eternidad y tres cuartos, sin alterarse, ni desesperarse, gente muy paciente que son capaces de leerse todas mis entradas sin saltarse un detalle, con todos los perejiles.

Para mi, la paciencia es una virtud que pocas personas tienen porque, fundamentalmente, hace posible la convivencia entre dos o más personas, si no aguantáramos las especialidades de cada uno, prácticamente acabaríamos a tiros todos porque a uno no le guste el tomate y hay que comerse por coj… narices los espaguetis carbonara–aunque están también muy buenos, soy un gran defensor de los espaguetis con tomate/boloñesa. De todas maneras, ¡hay que comer de todo!–. Gracias a esas personas tolerantes, que son capaces de tragarse y cargar pacientemente con todas y cada unas de las tonterías de cada uno, que, con su forma de vivir, nos ejemplifican la buena senda de la convivencia, podemos convivir en relativa tranquilidad.

Eso sí, siempre hay gente tóxica que se aprovecha de la paciencia de estos Santos Jobs por ahí sueltos, los exprimen, como, desgraciadamente, en todo. Pero esa paciencia para soportar ciertas situaciones tensas, pedantes, tediosas, en general, no la tiene cualquiera, por eso quiero hacerles mi pequeño homenaje, en forma de entrada, que es como mejor se me ocurre, a estas personas, a las cuales admiro, esos Ned Flanders que aguantan a los Homer Simpson de la sociedad.

Aunque elevo la paciencia a la categoría de virtud, también cada uno de nosotros puede mostrar, en su cierta medida personal, un atisbo de paciencia, tragarnos el orgullo y tener tolerancia, aunque no podamos evitar explorar con arrebatos de ira momentáneos. En una contienda, es importante ver cuando finalizará la batalla, no rendirse en la primera derrota, pues la guerra aún no ha terminado.

Comentarios

  1. La paciencia es una gran virtud. Grande, grande... me considero una persona paciente y muy observadora pero, a veces, tiene mucho mérito. Cuando llenamos el vaso somos como una tormenta. Mi vaso es una gran jarra pero cuando se llena no controlo. Ya no vale ni la meditación, ni contar hasta 21 (que eran los botones de las antiguas chaquetas de los uniformes, según mi jefe), ni rogar a Dios que baje y vea la situación y te dé razones para no explotar. Así que es una gran virtud. Doy fe. Me gusta tu entrada. Yo tampoco he leído todo el blog pero, con paciencia, todo se andará. Tú no pares.

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