Al estilo de mi soñadora
La tua sorrisa è una magia che mi incanta e mi innamora in un modo che io sono sopraffatto di vederti, e io muoia per un bacio tuo, bellissima ragazza.
Actualmente nos llegan a nuestro oídos muy malas noticias, que si Egipto con la semana de la Ira, que si gente oprimida, que si delincuencia, que si vandalismo, que si el tiroteo de las Tres Mil Viviendas, que si la droga por aquí, la falta de dignidad por allá, hipocresía, hipocresía y más hipocresía, falta de espiritualidad, devaluación de las personas… y la sección de política, no sé, la arranco del periódico y la quemo para evitar ser manipulado, ¡estoy como Mafalda esperando a escuchar buenas noticias!
Imagínate un cielo oscuro, por la noche, todo muy oscuro, apenas se ve nada, de pronto, empiezan a aparecer estrellas, una, otra, y otra más… ¡coño, no paran de aparecer! Una estrella fugaz de pronto atraviesa el cielo de horizonte a horizonte, alumbrando a su paso con más estrellas. El cielo está completamente iluminado. Que cambio, de la oscuridad a la luz, con sólo fijarse un poquito aparece la luz. Con sólo esperar a que se dilaten las pupilas lo suficiente como para parecer drogado, se ven miles de estrellas. ¡Con un poquito de atención se consigue ver con total nitidez millones y millones de estrellas en el cielo! ¿Qué pasa? ¿Esto no se puede aplicar a la vida diaria?
Miles de desgracias nos acosan cada día, todos los días recibimos malas noticias, porque, al fin y al cabo, es lo que vende–que esa es otra con tres pares de narices, el dinero–, parece que no hay buenas noticas, que todo es una especie de amalgama de desgracia color morado lóbrego, que incluso deja al negro en buen lugar. ¿Seguro que no hay nada bueno? ¿Seguro que no hay buenas noticas? ¿Seguro que sólo existe un lado negativo de la situación? ¿Seguro que no hay alegría? ¿Seguro que no hay motivos para sonreír?
Así, de este modo, llego a la tercera virtud: la alegría, esa gran virtud que impulsa el mundo, que nace de una pequeña sonrisa, de un pequeño gesto, esa virtud que se contagia, que se transmite de unos a otros. Cuando estas feliz, quieres compartir esa gran felicidad a con todo el mundo, querer que todo el mundo sea tan feliz como lo eres. Y digo que es una virtud porque no todos pueden mantener ese punto de vista optimista, y, como dicen todos los pesimistas, el optimismo es peor porque mientras más grande sea este, más grande será la decepción. ¿Qué decepción ni que niño muerto? Hablamos de optimismo en el sentido de ver la vida, conseguir ver las estrellas que hay entre toda esa oscuridad.
Y hay muchos detractores, que van de chulos por la vida, que la alegría ajena les amarga, y quieren por narices un mundo más lóbrego, reprochando y reprimiendo todas las muestras de felicidad, borrando sonrisas de las caras, la llamada gente tóxica, incapaces de ser felices, ¿merece la pena prestarles un mínimo de atención salvo para que nos inspire lástima por su "felizmente peculiar" estilo de vida? La gente tóxica apenas tiene remedio, sólo ver el lado oscuro de la Luna.
Personalmente, prefiero ser feliz, demostrar mi felicidad, y ver a gente feliz, personas que, a pesar de todas las desgracias que las rodean, son capaces de sacar su mejor sonrisa, ver cómo esa sonrisa de extiende de manera viral e infecta cada vez a más personas, y quién sabe, lo mismo hasta vemos a una de estas personas tóxicas–que cada vez hay más–, sonría.
Y sólo como dato, una sonrisa puede alegrarte el día.
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