La cosa no pinta muy bien

Continuación de "No muerto". (La historia comienza en "Una noche de verano").

¿Subes? Aquel viejo le había echo una buena encerrona, y Darwin lo sabía perfectamente. Sabe que si me quedo en la estación me moriré de asco esperando, y si voy con él, vete a saber adónde me lleva. Pensaba intranquilo Darwin, que no paraba quieto en su asiento del metro, enfrente de aquel mendigo que no sabía ni su nombre, pero, ¿para qué preguntarle? Vivía mejor en la ignorancia que sabiendo su identidad.

La iluminación del vagón falló, a los pocos segundos volvió en sí.

–Nos estamos acercando–dijo el mendigo, sabedor de su ubicación. Darwin se preguntaba si lo sabía gracias a ese error en el sistema de iluminación. a asentir ante la afirmación del hombre.

Poco a poco el vagón fue reduciendo su velocidad y salió del túnel. Darwin pudo ver a través del cristal del metro un cielo amarillento, sin rastro alguno del azul radiante, como enfermo, y más allá de las piedras de la vía, miles de cristales rotos, basuras y escombros. Todo parecía estar estar en ruina, y grandes columnas de humo se veían al fondo. Se escuchaban tiros y gritos, alguna que otra sirena de policía, y el siniestro sonido de freno del tren, atronando en los oídos de Darwin.

–Recuerda esto, ellos no te pueden matar, así que si te ves en apuros, no te asustes. Es complicado de explicar… somos incompatibles con este mundo, luego es como si fuéramos inmortales. Ellos también lo son, todos están muertos, pero no lo saben, y negarán la verdad, pueden llegar a matar incluso por seguir sumidos en el engaño.  

Darwin estaba perplejo. El tren se paró y ambos bajaron. El chico miró de un lado a otro, viendo el desastre que había a su alrededor. Entre basuras que había al lado de la estación salió una rata del tamaño de un gato gordo y cruzó las vías del tren alejándose de los dos. Darwin se sobresaltó al verla, parecía el escenario tras una guerra.

–¿Qué ha pasado? ¿Dónde estamos?–preguntaba con amarga curiosidad temiendo no querer saber la respuesta.

–Les dejamos libres. Estos son aquellos que les gustaba vivir sin normas por la vida, por así decirlo, los dejamos sueltos, pero presos en una ciudad. Avanzaron científicamente, eso sí, sus mentes son libres ahora, la forma del cuerpo simplemente es una proyección de sus deseos más intensos de recuperarlo. Eso sí, no esperes ver muy buenas pintas por aquí. A muchos les asusta tanto potencial e intentan emborracharse con cualquier licor, pero sin cerebro no hay daño, luego, andan amargados y sin sosiego.

»Ellos solos crearon un modelo de sociedad gobernada por un tirano que cree ser mejor que el resto mientras convence al resto que todos son iguales. Crearon su ejército, sus centrales eléctricas, sus drogas, sus empresas, sus vicios, sus prostíbulos… nada de eso les satisface. Ni tienen cuerpo ni nada que le sirva para colocarse. Estos son los que de vez en cuando consiguen "bajar" a la tierra y mover objetos, ejercer de presencia maligna sin necesidad de serlo… llámalos "demonios becarios"  

–¿Eligieron estar aquí…?

–¿… o es el fruto de una vida viciosa?–interrumpió el mendigo a Darwin que comenzaba a dudar sobre su futuro–. Es una buena pregunta, pero la respuesta no es ninguna de esas dos exactamente, quizás una mezcla de ambas, porque el precio de una vida de vicios y egoísmos puede ser este lugar, el que eligieron hacer un infierno de él. Son como niños sin supervisión.

Darwin no quería avanzar, ese mundo no le gustaba. Retrocedían inconscientemente hasta tropezar con el anden, un anden vacío, sin tren. Calló de espaldas a la vía.

–¿Ya quieres irte?–preguntó aquel viejo traidor.

Darwin cayó en la cuenta entonces de lo que pasaba, tardó en percatarlo, pero ya era demasiado tarde. Quizás se pasaba un poco con la comida, y a lo mejor había tenido más sexo con su novia del que debería por su edad… aún así sólo se le ocurrió recriminarle a aquel mendigo: 

–¡¡ME DIJISTE QUE NO ESTABA MUERTO!! 

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