De vuelta
Tan sólo unos pocos permanecíamos en vela mientras la ciudad entera dormía, mientras todos se encontraban sumidos en sueños tan dispares como sus vidas lo eran. Resultaba curioso cómo cada cual tenía su propia vida, sus preocupaciones y alegrías, cada uno tan distinto, formando un caos de personas, Y con ellas, una complicadísima red de relaciones sociales.
Abrí la ventana, el frío de la calle hizo estremecer a mi cuerpo, y el vaho salió de mi cuerpo como si fuera mi alma la que se escapara con ese aliento. Aquella pequeña nube, que reflejaba el horrible color anaranjado de las farolas, que había formado fue desapareciendo ante mis ojos, dejándome ver de nuevo la fría calle, una simple calle de una simple zona residencial, de una simple ciudad. Todo bastante banal, carente del mayor interés por mi parte.
Me vestí lo más rápido que pude, aún no había salido el sol, y no tenía porqué levantarme a esta hora, pero, quería hacerlo. ¿Lo ideal frente a lo que me gusta? Quizás era algo más, un sentimiento mayor que me impulsaba a moverme. Ese algo que hacía ya tiempo no sentía. Suspiraba. Quizás tan sólo era una tontería más, algo que ni siquiera existía. No obstante, en lo más profundo de mi ser, quería vencer ese miedo, aquel temor que me bloqueaba y no permitía que siguiera adelante.
Con el aire acondicionado puesto en modo caliente, arranqué el Scénic. Si no era hoy, ¿cuando? Podía arriesgarme a fallar, como persona humana que soy, estaba claro que el error era un beneficio que se me estaba concedido, pero, ¿era a eso a lo que tanto miedo tengo? Tras tantos fracasos intento volver a volar tan alto como un águila. Y pensar que todo esto empezó como un sueño, una pesadilla, un verdadero thriller psicológico. Pero no debo dejar que el mundo onírico afecte, y de tal modo a la realidad.
El coche se quejaba en algunas cuestas algo pronunciadas, pero podía subirlas sin problemas. Al menos, mi objetivo estaba bastante cerca, sólo tenía que aparcar, a parte de por mor del viejo monovolumen, porque para mi era un lugar considerado muy importante, casi sagrado para mi, como para que su tubo de escape manchara aquella estampa que entraba por los cinco sentidos. Me puse el abrigo para bajar, hacía mucho frío, y estaba seguro que muy pronto nevaría en aquel lugar, y en la ciudad.
El cielo empezaba a clarear, el negro de la noche empezaba a dar paso a un azul, oscuro al principio, más claro al final. Seguí subiendo por el camino de la montaña, quería verlo todo con mis propios ojos, llegué a la cima de la montaña, pero como me temía, allí no había nada. Desilusionado, me senté a pie del árbol que estaba presidiendo la montaña, mirando melancólicamente al este, por donde el sol estaba casi a punto de asomarse. Todo se sumió en un silencio expectante del gran espectáculo. El vaho no paraba de salir de mi cuerpo, y entre las montañas las niebla había llenado, como si fuera agua, los valles.
Suspiraba.
Pero el milagro se obró, tan pronto me encontraba mirando aquel amanecer, el sol aparecía lentamente por la línea del horizonte, una silueta femenina aparecía, tú aparecías junto a mi, tendiéndome una mano para que me incorporará. El nuevo sol iluminaba tu cara como si fueras un ángel, un verdadero ángel que había bajado del cielo desafiando a la belleza de la salida de aquel sol, la caja de música que era capaz de hacer callar a los trombones de una gran orquesta.
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