Tú inmortal

¿Miedo? ¿Por qué tener miedo? ¿A qué exactamente hay que temer? ¿A la muerte? Pues sinceramente, no sé por qué a la gente le da tanto yuyu oír mi nombre, ¿acaso tienen de mi la antigua imagen de la capa negra con la guadaña? ¡Qué preciosa estampa! Pero, la realidad es algo diferente, no puedo entrevistar a nadie así, ¡no pretendo asustar a nadie!


–Buenas tardes, no se asuste de mi, aunque tengo una pequeña mala noticia que contarle, usted acaba de morir–dije a aquel que tenía enfrente de mi, el cual se sorprendió al oírlo, haciendo como la que lee un informe desvelé:–. Accidente de tráfico, ¡qué típico!  A manos de su hijo. Alégrese, él no se ha muerto. Veamos, Pablo Vélez Jiménez, ¿cierto?–el entrevistado asintió con cierto temor, muy lindo, parecía un cachorrillo recién nacido–. Ochenta y nueve primaveras, es usted longevo, una preguntita de nada, ¿está acostumbrado a las charlas metafísicas?–su expresión de incertidumbre delataba su negativa a mi cuestión.

–No mucho, siendo sincero.

–No pasa nada, Pablo, es mera formalidad, hablemos de tu vida. Naciste un 19 de julio de 1923, bonita época, pero personalmente prefiero los sesenta… la música, el estilo, ya sabes. Fuiste un niño calificado como «bueno» por tus padres y maestros, pero jamás destacaste, bueno, no dabas por saco como otros que tengo en la lista de espera.

»En la guerra civil te fuiste a Francia, te libraste de una buena, desde luego, pero hiciste bien poquito… o sea, me explico, allí trabajaste en un astillero, que prácticamente eso te absorbió, parecías encontrar tu vocación, pero sólo era para ganar dinero, y poder subsistir, ahí ya te comprendo, las pasaste canutas, pero no reivindicaste una vida mejor, te conformaste. Yo sé que las protestas y los motivos humanos son absurdos, manifestaciones y huelgas, desde mi punto de vista son para nada, finalmente pasarán por mí, ¿no?

»La cuestión es que protestar por una vida más digna por lo menos os sirve para darme larga, o por el contrario venir directos a mis brazos. Vosotros veréis. En fin, que tú no me has dejado plantada, pero has vivido duramente durante varios años hasta que pudiste regresar a España, que tampoco hiciste gran cosa, viviste… bien, si se le puede llamar vida. En tu vida ha falta un poquito de picante, no se yo. Cuando nació tu hijo puede que… pero vamos, no disfrutaste el parto de tu hijo por culpa del trabajo, aquí veo una juventud falta de pasión por temor a las consecuencias. La infancia de tu hijo también está marcada por tu ausencia… Pero ya ahí no me meto, eso es problema de cada uno.

»Vuelve a aparecer el miedo a las consecuencias a lo largo de toda tu vida, al qué dirán, a  qué puede llegar a pensar alguien a quien ni conoces para que de ti tenga una buena imagen…–resoplé ante lo que veía su trayectoria–. A ver, es importante tener buena imagen, pero ante mi todos sois iguales, y preocuparse por lo que pensará alguien que ni siquiera conoces me parece un poco triste. Vamos, la vida no la has disfrutado mucho, ¿no?–El hombre estaba sin palabras.

–Tu vejez ya es más igual que casi todas, monótona y aburrida, una vida de duro trabajo para haberte perdido tanto y en ese momento cobrar una mísera pensión, genial. En definitiva, has sido un hombre que no le gustaba prácticamente nada, aborrecías la lectura y la escritura, no creías en nada en especial, no se te veía sonreír demasiado, no has hecho casi ninguna locura, vaya, todo tenía que estar muy pensado y masticadito, siempre con ese miedo constante, al qué dirán, a lo que pensarán, muchas veces de gente desconocida, nunca destacaste, ¿pero, Pablo, tú has vivido?–aquel asustado hombre no podría articular ni una sola palabra.

–No lo sé, creo que he sido feliz.

–¡Qué mono! ¿Feliz? Se te nota repleto de ganas de vivir una vida que no viviste, pero, como ya he dicho, no me voy a meter en ese tema, y cada uno que haga lo que mejor vea, aún así, has vivido muy cohibido, y ya no hay otra. Como no le lo preguntaron al principio de la vida, te lo pregunto ahora, ¿ha merecido la pena haber nacido?–tras un largo inciso de reflexión el hombre respondió:

–Sí, pero no la he aprovechado.


–Por suerte está sólo era de prueba, ahora, ve hacia la luz–señalé una puerta iluminada–, y disfruta de tu muerte–le guiñé un ojo.

Comentarios

más leídas