Eterno retorno
Como cuando nos da esa reacción adolescente de pensar que nadie te comprende, te sientes perdido, no ves nada más allá de esa nube de pesimismo que se cierne sobre ti, ilusiones extraviadas, sueños sumidos en el olvido, se cumple la paradoja del inamovible, salvo porque no tengo pensamientos imparables que chocan contra la costumbrista costumbre de la rutina.
Decía Nietzsche, en un fracasado intento de devolver la cultura griega a este mundo, que todo lo que era bueno, y merecía volver a suceder, volvía a pasar, sólo lo que lo malo también se repite en un bucle infinito, pues según él no hay más mundo que este. Para bien o para mal. Tantos intentaron catalogarle de anarquista y tantos otros de nazi, sin que supieran que él era un hombre con pensamiento propio, sin intentar crear ninguna corriente que posteriormente serían usadas para la mayor estafa de la historia.
Bien parece que tantos siguieron su filosofía del eterno retorno, intentando preservar una situación por buena o mala que sea porque una vez fue buena. Una moral que tiene el síndrome del jugador que no cree en la existencia del azar, o caen en la falacia de creer que todo en el mundo es constante y nada cambia, cuando todos saben que una amapola puesta en un jarro con agua será la más bella, pero durante uno día, no más, se marchitará, y no podrán pretender seguir manteniéndola pues ha cambiado y es irremediable.
Cambiar el día por la noche, lo antiguo por lo nuevo, o el progreso por lo tradicional, una sarta de pamplinas carente de sentido por un verdadero texto con un mensaje que contar, que no se quede en un grito ahogado en un mar de letras. En una sociedad donde lo más extraño es decir la verdad, se alarman por confesar nuevas ideas, o desvelar un hecho por todos es bien sabido, pero ¿para qué poner ejemplos cuando así de árido es como mejor entra?
Podemos cambiar la forma en la que vivimos, pero nada tenemos que hacer sitiados entre mentes inamovibles atrincheradas en una corriente que beneficia a otros, cada vez más enriquecidos, cada vez más huérfanos de corazón, tras el cerebro lavado los hay que creen en el avance y el progreso atascados en una edad ya pasada, y los que se ciernen en conservar una época de decadencia, con mayor o menor radicalidad. Sólo una salida nos queda ante esta encrucijada, imaginar un mundo mejor, más justo, donde le voluntad propia no traiga consigo horribles consecuencias.
Pero de ser cierto el eterno retorno, y no esa filosofía que está a caballo entre la expuesta y la de la vida eterna que hay que ganarse, y todo volviera a repetirse, no habría que prestar tanta atención a las horribles consecuencias, evitar caer en una vida vacía, en la que nada se hizo por miedo. ¿Pero cuántas veces en la vida deseas volver a comenzar de cero? Hacer algo que nunca antes hiciste, salir de lo de siempre porque ya no puedes más.
De la escuela al instituto, de este a la universidad, de ella a una oficina donde pasar gran parte de tu vida, la cual es plenamente dependiente de ese empleo, sometido a una presión sobrehumana, llegar a casa y comprobar que la vida se va que el eterno retorno está en tu día a día en forma de rutina, salvo tú, que cada vez estás más viejo y te cuestan más las cosas. Y de ahí a la jubilación… algo falla cuando el dinero puede al corazón. ¿No es esta suficiente evidencia para demostrar que esto está mal estructurado? Que necesita un cambio. Aunque no todo necesariamente debe de ser alterado, nunca debí dejar la metáfora.
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