Una carta al pasado

Las nubes corren muy deprisa bajo la luna, que ilumina este pequeño monte en el que estoy, sentado sobre la hierba, con vista plena de la ciudad. Me gusta venir aquí, sobre todo de noche, cuando los vientos no se atreven a bajar de las nubes, cuando esta pequeña ciudad descansa de un agotador día. De pronto, un olor, un suave y cálido olor de algo que no asignaba a nada en especial despertó mis más tiernos recuerdos.


Una carta es una carta si empieza con un querido o una querida, una pequeña muestra de  afecto al receptor, así pues, querida mía, te escribo porque hace varios días te llevo pensando, y hoy tras un olor he decidido volver a escribirte. Tanto ha llovido desde la última vez que nos vimos que ahora temo no poder reconocerte, pero dentro de mi sé que es un temor falso pues sigo seguro de que mi alma será capaz de ver la tuya por mucho que, físicamente, hayas cambiado.

De unos días a esta parte llevo viviendo en un pasado que no sé si realmente es una ilusión, mero producto de mi imaginación, o las cosas ocurrieron tal y como yo las recuerdo. Fue todo tan idílico y romántico que nada me extrañaría que fuera un sueño de los más hermosos que he tenido. Aún paseo junto al parque donde nos conocimos, y no puedo evitar sentir un nudo en la garganta al ver a los niños jugar tal y como nosotros lo hacíamos a su edad, cuando yo me maravillaba de tu inteligencia y todo lo que sabías y tu alababas mi capacidad para imaginar complejos mundos irreales. 

Recuerdo que con el paso de los años empecé a sentir por ti una empatía que con ninguna otra persona lograba obtener, y los días sin ti se tornaban días perdidos, vanos y sin sentido alguno. ¡Ay! ¡Cómo odiaba esos días! Con el paso del tiempo nuestros cuerpos fueron creciendo, y con ellos nuestras mentes, nuestra profundidad de pensamiento, y junto a eso el vínculo que nos unía. Comenzaba a sentir algo especial por ti, con una fuerza mayor a la simple empatía de antaño. 

Pero aquel fatídico día en el que tuviste que partir me partió el alma en mil pedazos. Apenas aguantaba la cruel ironía de seguir vivo en un mundo sin ti. Si es cierto que te culpé, inmaduramente, al principio de ello, también lo es que rectifiqué y hoy vuelvo a escribirte… 

La emoción embriagó mi cuerpo, materializándose en forma de agua que salía por mis ojos. ¡Qué diantre! Jamás desde entonces le había escrito ni un mísero mensaje de esta índole este sería la primera, y no estaba seguro de que fuera lo que ella mereciera, además quizás otro hombre la esté haciendo feliz estos días, ¿quién soy yo para inmiscuirme en la vida de nadie? Aunque no pudiera negar que siempre quise ser el hombre de sus sueños y de su vida, su "príncipe azul".

Ante mi apareció una imagen, ante mi estaba ella y alguien más, cogidos de la manos en pose muy romántica para se sólo amigos. ¿Quién es ese? ¿Qué hace este aquí? Me gustaría haber preguntado, pero debía conservar la entereza, mantenerme firme… 

Mi mundo se tambalea, pero literalmente, como si hubiera un gran terremoto, mientras la pareja continuaba inmóvil. En mi cama, di un salto, tras comprobar que eras tú la que me acababas de despertar, mientras con voz muy dulce, y abrazándome me dices "Ya pasó todo, sólo era una pesadilla" mi respiración se va relajando poco a poco tras encontrarme con el gran sosiego de que los sueños sueños son.


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