La rosa de los vientos

Una leve brisa sacude mi cabello, acaricia mi rostro y hace girar un pequeño aparatito, un medidor de viento que hay en una esquina. La brisa trae un cambio consigo, es aire de cambio que hace dar mil vueltas a una pequeña veleta hasta posarse en dirección norte. 

Estoy en lo alto de un edificio, donde se respira tranquilidad, quizás no es de los más altos de la ciudad, pero sí destaca en altura en la zona, tal vez los que estén ahí abajo no se han percatado siquiera de este cambio de vientos. Esta situación me hace sentir único, soy el único que nota el cambio de vientos, el único que siente como esa brisa roza mis mejillas y me despeina como si fuera una amante secreta. Se convierte para mi en un momento tan especial. Me gustaría tanto poder inmortalizar este momento en una fotografía.

Sólo tengo un problema, ¿cómo se fotografía el viento? Puedo hacer metáforas visuales, aquella veleta que hasta hace muy poco estuvo girando y girando hasta parar mirando al norte, el aparatito de medida del viento… todo simboliza el viento, pero no es el viento. Ante mi, la mar se expande por el este, reflejado el sol en sus aguas, lo cual me recuerda otro problema, a las dos de la tarde no es buena hora para hacer fotografías, demasiada luz. Pero se me antoja la caprichosa idea de que no sólo con una cámara se sacan fotos.

Me gusta el viento porque es una de las sensaciones que el ojo no ve, es el corazón el encargado de percibir el leve susurro que este hace entre las hojas de los árboles de la ciudad que se encuentra inmediatamente al oeste de este edificio, entre sus calles y vuelve a salir. La sensación de que algo invisible me está abrazando y no quiere soltarme. Quiero sacar una fotografía del momento que llegara al alma, pero eso no puedo hacerlo con una cámara de fotos, ni tan siquiera con un dibujo, debo sacar el arma más poderosa que tengo, el lápiz. 

Respiro hondo, la inspiración la tengo, pero como siempre, me deja a medias, busco la combinación perfecta de las palabras, que quede marcado en el alma como el poema de Bécquer. Pienso y pienso, y mientras más indago, un universo entero de fantasía se abre ante mi, todo cobra un color más vivo y alegre. El viento que antes soplaba del norte vuelve loca a la veleta, una brisa que venía del este se arremolina ante mi, lo siento como pequeñas motas de tierra en el suelo van formando un circulo casi perfecto.

El viento comienza a despejarse por el suelo, dejando ver unos pies translúcidos. Fue dejando ver poco a poco una figura femenina con los dos brazos extendidos hacia mi, llamándome a darle un abrazo, y respondo a aquella llamada, me lanzo a sus brazos. En menos tiempo del esperado la mujer de aire se desvanece, haciéndome volver de manera forzosa a la realidad.  

El entorno vuelve a tener el color natural de la realidad, pero en mi mente sigo teniendo aquel momento mágico en mi mente, y la inspiradora idea sigue soplando en mi mente, inquieta por salir. El lápiz volaba por el papel, siguiendo ese suave silbido del viento, acompañándolo con el roce del mismo con el papel. Apenas me paraba a pensar en lo que escribía, era una idea perfecta, y salía directamente del alma impresa sobre el papel.

Suave brisa que
abraza a mi cuerpo
¿Dónde estás tú?




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