La golondrina

Volaba la golondrina sobre este mundo, y en su elegante vuelo por los cielos, observaba. Contemplaba con sus propios ojos todas las acciones que el ser humano veía a bien hacer. Todas las bondades y las maldades que el hombre hace día a día. Pero la golondrina no veía la realidad, pues veía a la humanidad despojada totalmente de su pecado característico.

Desde las alturas contemplaba a un grotesco hombre que comía y comía en abundancia y sin saciarse nunca. Volaba en círculos sobre él bajo un cielo encapotado de nubes escarlata, observando cómo comía ese hombre mientras miles de niños pequeños morían de hambre a su alrededor. Y mientras él más engordaba, los niños se iban consumiendo poco a poco.

Pero la golondrina no veía eso, aquel ave veía un apuesto muchacho que racionaba la comida entre aquella pobre gente. De manera equitativa, que a nadie le faltara nada ni sobrara ni una miga. Que nadie se preocupara por adelgazar mientras haya gente pasando hambre. Que nadie tire a la basura la comida que otro pueda comer y disfrutar de su sabor. 

Miraba como la envidia carcomía a una pobre mujer que estallaba por dentro cada vez que alguien tenía algo mejor que lo suyo, cuando alguien se veía mejor que ella. Anda por las calles con una máscara que la hace ver guapa y feliz, pero por dentro mira en todas direcciones pendiente de que nadie la supere en su andar. Por las noches rompe en llanto e ira por no conseguir ser la mejor del mundo.

La golondrina desde el rojizo cielo nublado veía a una mujer con mirada serena Que ha encontrado la paz interior, por las calles anda sin máscara, riéndose sola, al son de una alegre canción que, aún no de moda, le basta con su gusto personal. Dicen que se ha vuelto loca, que no le queda ningún indicio de cordura en su interior, pero nadie sabe que ella encontró la felicidad.   

Sobravolaba a un hombre avaricioso que contaba sus riquezas. Veía aumentar sus ganancias a consta de los más débiles. Sonreía malvadamente, y torcía su boca mezquinamente si alguien osaba pedirle lo más mínimo de limosna. Vistiendo como un pobre por no gastar lo que es suyo que había ganado por derecho. Una vida perdida por dinero.

No obstante la golondrina veía a un anciano en la cama de un hospital que se disponía a dar su sano corazón a aquel que lo pudiera necesitar, alguien a quien le sirviera de verdad, para que disfrutará de la vida que a él se le estaba apagando. Se abre una puerta cuando otra se cierra, vida por vida se traspasa. No hay acto más generoso que aquel que da la vida.

La golondrina continuaba por las alturas, entre máquinas de guerra que sueltan bombas sobre pueblos inocentes que mueren por el interés de unos cobardes que no dan la cara si no es para dar publicidad. Ella veía aviones llenos de pasajeros, anhelando el momento de reencuentro con sus seres queridos que hacía ya tiempo no veían. A una mujer soberbia y egocéntrica la veía como una agradable abuela que muere por sus nietos. A un político corrupto lo transformaba en un luchador que todo lo hacía por su pueblo. Veía escopetas convertidas en libros llenos de cultura y los tanques en vehículos eléctricos emisiones nocivas.

Volaba la golondrina sobre este mundo, contemplando y transformando a su paso el mundo en el lugar que sería si la maldad no habitará en él.

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