No muerto
Tercera parte. Continuación de "Gritos del exterior". (La historia comienza en "Una noche de verano").
–¿Estoy muerto?–le había preguntado al mendigo que estaba sentado en el mismo vagón que Darwin.
–Déjame que te pregunte, ¿qué es estar muerto?–se dispuso mirando a la estación por la transparente ventana del metro. Darwin no se esperó esa pregunta. Sabía reconocer un cadáver, podía definirle la falta de vida científicamente, pero le dio la sensación de que no le preguntaba eso.
–¿No tener vida?–dijo dubitativo. El mendigo le quitó importancia con un gesto con la mano.
–No estás muerto–sentenció, y Darwin sintió una leve sensación de alivio–. Quizás quieras saber dónde estás, y me ha sorprendido que me preguntarás si seguías con vida, es probable que intuyas dónde estás. Esta parada la llamamos "Mediavida", no fui yo quién le puse un nombre tan cutre, hubiera sido más dramático, pero no es el caso. Aquí se bifurca la vía, yo diría que esta es la más decisiva de todas. Depende de cada persona tirar por la línea 1 o la 2.
–¿El cielo y el infierno?
–Sí, bueno, ese era el nombre antiguo, al igual que esta parada antiguamente se llamaba "Purgatorio", o "la parada del Juicio Final" creo que "Purgatorio" es otra parada. Ahora no me acuerdo muy bien como se llama.
–¿Por qué un tren? O sea, ¿por qué algo tan moderno como un metro? Se supone que la gente se lleva muriendo desde que existe, ¿no es así?
–Eso siempre depende de cada persona, es como los sueños, algunos son una serie de puertas que se van abriendo, un barco por una bahía, este rollo va por culturas, vamos, lo he visto todo, fíjate que algunos tienen en su mente cosas tan surrealistas como un bus de 16 bits, uno se imaginó una montaña, por la que íbamos pasando.
El mendigo parecía bastante abstraído pensando en todos los que por él habían pasado.
–Se puede decir que estoy en el mundo de los muertos, ¿no es así?
–Como decir puedes decir cualquier cosa, pero en cierto modo sí.
Darwin observaba cómo la parada carecía de una puerta de salida, parecía un simple anden donde la gente se bajaba para no hacer nada. De hecho no había ninguna otra vía, sólo una, una que tenía dos sentidos, ¿aquel viejo desvariaba? Darwin salió del tren y anduvo por la parada. Los fluorescentes azules mezclado con los azulejos verde oscuro y blancos impecables le daban una mala sensación, no mucho peor que el metro la primera vez que se montó.
Al final de la parada avistó un cartel de información. Se acercó corriendo a verlo, pero no se sorprendió mucho verlo completamente vacío.
–¿Cómo sé en qué dirección está el cielo y en cual el infierno? ¿Cómo sé qué tren debo tomar para ir al cielo?–preguntó Darwin al ver la carencia de carteles de información.
–Cielo… Infierno… hablas de dos lugares muy distintos, y asocias lo distinto a sitios opuestos. Para mí, sólo hay un sentido, y ese es adelante, ¿adónde lleva? Pues no lo sé. Y tú tampoco. Nadie lo sabe, sólo va. Sin preguntar–el mendigo hablaba desde la puerta del tren mientras Darwin tocaba nostálgico el cristal del panel de información vacío.
–Cada uno asume su lugar… –afirmó Darwin en un tono en exceso dubitativo, y en apenas un susurro que el mendigo consiguió oír.
–El lugar que al que pertenece cada uno…–adoptó una expresión pensativa–. Podría decirse así, que se asume por cuenta propia, en fin, yo no soy quien para saber si adonde vamos es el averno o el paraíso, sólo puedo preguntarte, ¿subes?
Continua en "La cosa no pinta muy bien"
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