Mariposa blanca
Continuación de "Sólo un susurro"
Dicen que cada conjuro está conectado de una extraña manera con el alma del mago que lo invoca, de forma que se pude afirmar que un hechicero es lo que conjura, de ahí que se diga que algunos escogen el camino de la luz o la senda de las sombras. Para mi desgracia, como soy un mago al que le encanta estar jugando con la magia, he llegado a hacer hechizos no muy «puros». Aunque mi «renuncia» no viene por ello.
Dicen que cada conjuro está conectado de una extraña manera con el alma del mago que lo invoca, de forma que se pude afirmar que un hechicero es lo que conjura, de ahí que se diga que algunos escogen el camino de la luz o la senda de las sombras. Para mi desgracia, como soy un mago al que le encanta estar jugando con la magia, he llegado a hacer hechizos no muy «puros». Aunque mi «renuncia» no viene por ello.
De esa tormenta que un día vi en lo alto de un edificio fue lo más cercano que pude estar de Ella, pero tras un rato contemplando me di cuenta que sólo era un mísero conjuro sacado de lo que probablemente había sido mi subconsciente, alimentado de los sucesos de aquel día y recuerdos de uno de nuestros primeros momentos juntos, meras casualidades que me habían hecho abrir mis alas y soñar como cuando fui un ángel caído, ¡cómo olvidarlo! Fue una desilusión el no haberla visto, que el supuesto de que había resucitado era cierto, siguió siendo sólo una hipótesis.
Aquel día se me pasó por la mente la idea de visitar la torre y realizar un hechizo que cuyo nombre no puede ser pronunciado, por lo menos delante de personas educadas. Pero no, aquel tiempo en el que fui un «mago oscuro» había pasado y no tenía nada que ver con este que viste y calza. Sí volvía a crear algún personaje no lo volvería a despeñar por un barranco ni que arreglara un frigorífico y se quedara frito, que de ahí no sacas belleza ni buscando con un contador Geiger de estos que miden la radiación, suponiendo que la belleza sea radiactiva.
Al poco tiempo me vi envuelto en una introspectiva búsqueda del porqué del sueño que la tenía prisionera desde hacía tanto, una cárcel onírica que le impedía salir de nuevo al mundo, volver a realizar esa magia que, siendo sólo un violín, muy bien afinado, era capaz de hacer callar a los trombones de una gran orquesta, esos conjuros tan puros e inocentes que ponían todo el vello de punta, siempre llegando con humildad, sin aires algunos de grandeza, a pesar de ser lo más grande. La mágica más poderosa guardando un silencio atrozmente mortal.
Caminado a mi pequeño apartamento en plena urbe, continuaba buscando aquella razón perdida en los anales de nuestra historia, ¿y si la culpa ha sido mía? Abrí el grifo del lavabo de mi enano cuarto de baño con un fluorescente verdoso que imprimía un aura espectral al diminuto aseo. El sonido del agua cayendo sobre la porcelana me recordaba al llanto de un niño pequeño desconsolado y sin una madre que lo protegiese. Me lavé la cara, para ver si las ideas. Cansado de aquel fluorescente y aquel apartamento en un arrebato de locura derribé aquel aseo que sólo hacía agobiarme y lo amplié como a mi me gustaba, y es que la magia era como el rascar, una vez empiezas no puedes parar.
Es cierto que en el último mes había estado haciendo unos cuantos conjuros, todo secretamente, había ayudado a un adolescente feo, feo a tener a la chica que quería, a un pobre pedigüeño que apenas tenía para comer a tener. Creé un pirata con su corazoncito… no lo pude resistir, es que la magia es así, y al parecer no tengo remedio. Pero en cierto modo no lo hacía como antaño.
Tenía balcón minúsculo con unas vistas al patio interior del edificio, algo nada natural, nada bonito, lanzando un suspiro que se materializó en forma de vaho, este se transformó en una mariposa blanca que revoloteó ante mi, ¿la había creado yo? Imposible, nunca había hecho algo así… tan simple y tan bello. Algo que llegada con tanta humildad siendo tan grande. Sólo podía ser obra de… Ella.
Tan pronto como la mariposa apareció, se multiplicó, formando un arco-iris enorme de mariposas de todos los colores posibles. Mi suspiro fue devuelto en forma de susurro del viento que me decía: "Érase una vez"
La historia continua en "Muy cerca" de Marta
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