Muñeca de porcelana
La nieve me llegaba a los tobillos, tenía mis pies congelados, seguía corriendo sin mirar atrás, buscando un refugio que me guardara de mis perseguidores. Acababa de contemplar como mataban a un hombre a sangre fría. Su vida había acabado con una puñalada en el estómago, dejando que muriera, y al percatarse de mi presencia, salieron a mi caza y captura, que no haya testigos. Pero pude entrar en un antiguo edificio.
Estaba todo muy oscuro, apenas podía distinguir algo que estuviera a un par de metros de mi. La madera del suelo estaba húmeda y fría, yo estaba hecho un ovillo para conservar el calor que, misteriosamente, quedaba en mi cuerpo. La temperatura fuera no alcanzaba el cero centígrado, y dentro parecía rondar los cinco grados. Mi grueso abrigo me ayudaba a sobrellevar la situación, y mis ojos se iban acostumbrando poco a poco a la poca luz. Había estanterías, muchas estanterías, a pesar de que el local parecía pequeñito.
Me levanté, superando el frío, sabiendo que encender la luz llamaría la atención, decidí encender un mechero que llevaba en el bolsillo por sí se presentaba una situación similar. Nunca sabes cuando vas a necesitar fuego en un sitio con un invierno tan duro como aquel. La pequeña llama me encandiló, pero me dejó ver mejor lo que había. Me sorprendí al ver que me hallaba en una tienda de juguetes, miles de ellos. En el centro había una pequeña vitrina con algo dentro.
La primera estantería contenía juguetes pésimos, la mayoría de plástico, algunos de una sola pieza que no harían más que estorbar en una casa cualquiera. Había muñecos de indios y vaqueros, casi desgastados, pequeños coches muy coloridos sin apenas valor. El kit completo de Pokemon y otro tipo de merchandasing de series japonesas y de Disney. Estaba seguro que todos esos juguetes estaban fabricados en China. Por aquella zona olía a putrefacción, creí escuchar voces, quejidos y lamentos que parecían venidos de los juguetes.
En la segunda estantería la calidad de los juguetes mejoraba levemente, comenzaba a llevarme mala imagen de la tienda, el PVC continuaba reinando en la materia prima de los juguetes de aquella tienda. Comenzaban a haber réplicas de animales, serpientes, ratones, pájaros… muy poco fieles a la realidad. Aquellos quejidos seguían escuchándose, pero con menor intensidad, pasé aquella estantería rápido.
La tercera estantería contaba con una notable mejoría, los muñecos comenzaba a a ser más elaborados y complejos, entre ellos se encontraban miles de peluches, los cuales parecían estar dispuestos a ser el pañuelo de lágrimas de su dueño y fieles hasta el final. Aunque escuchaba de vez en cuando un crujido de la madera al posar mis pies, tanto el olor a putrefacción, como las voces, habían desparecido. Ahora podía oler el agradable olor de la madera.
La cuarta estantería estaba repleta de muñecos de artesanía de un valor altísimo, soldaditos hechos de madera, cajas de música de las cuales parecía salir una preciosa melodía que sonaba en mi mente, muñecas matrioska con flores dibujadas en sus vestidos con un detallismo que rozaba lo imposible, réplicas de coches antiguos hechas de madera. Todos ellos estaban hechos de madera, parecían estar rociados con un perfume especialmente agradable.
Me percaté que lo mejor de la tienda se hallaba en el centro, un juguete de valor incalculable, una muñeca hecha por completo de la más fina porcelana, con una impoluta cara de ángel que me miraba con sus ojos color chocolate, atravesando mi alma. Sentí como aquella pequeña muñeca de coleccionista me conociera mejor que nadie, sabiendo hasta el más oscuro de mis secretos. Su pelo ondeaba como las olas del mar. Sus pequeños labios parecían sonreír al verme, adornados con una magia embriagante. Estaba vestida con un espectacular vestido con trazos similares a los del antiguo Egipto, junto a un colgante de la llave de la vida que la hacían ver como una antigua princesa en la época de los faraones.
Aquella muñeca, envidiada por los juguetes malos y alabada por los juguetes buenos daba sentido a la tienda con su belleza, por eso, tenían un sitio reservado para aquella joya en tan pequeña juguetería.
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