El Valle del Lobo
Olor a gasolina, ruidos de coches y automóviles, la música como única posibilidad de evasión, mientras miles de transeúntes sin alma andaban por las calles de la gran ciudad, cada uno con su música ¿qué me diferenciaba a mi de ellos? Una parte en mi que recientemente se había despertado.
Amanecía en la ciudad, otra vez tenía que levantarme, otra vez hacer lo mismo de todos los días que, como ser humano, debía hacer. Llovía, y la ciudad mostraba su faceta más lóbrega, triste, deprimida. Los altos rascacielos, se exhibían como un fracaso de la Tierra, la lluvia trataba de disolverlos sin éxito, deslizando sus gotas como lágrimas por los ventanales. La calle mostraba un colapso del tráfico, como si de una arteria enferma se tratara, inundadas por luces rojas y blancas que habían perdido su color.
En mi mente sólo habitaba el recuerdo del gran águila blanca bajando de los cielos hasta colocarse frente a mi. Aquella memoria que, en no pocas ocasiones, me habían quitado el sueño, pasando noches en vela, deseando volver a ver al águila, poder volar con ella. Sólo había una única solución para aplacar aquella angustia obsesiva: Volver.
Bajé las escaleras sin reparar que había escalones, fui directo al garaje y corrí a mi coche. Lo arranqué y me encaminé directamente a la carretera, inconsciente del atasco que había. Mi mente sólo pensaba en el águila blanca, sin dispersarse a otra línea de pensamiento. El camino se mostraba completamente diferente con la lluvia, a ambos lados del camino corrían dos ríos de agua a gran velocidad, como si huyeran de mi. Salí del coche, aun mojándome, me encaminé hacia la senda y me adentré en ella, esperando volver a verla.
El agua me caía por la cara empapando toda mi ropa y calándome hasta los huesos, a pesar de todo, continuaba hacia adelante, siguiendo el camino que el agua llevaba. Sólo pisaba agua, con la incómoda sensación de la ropa húmeda ceñida al cuerpo, el camino descendía cada vez más y más, los árboles formaban un túnel de naturaleza por el que apenas llegaba luz, y sólo unas pocas gotas caían entre sus hojas. Al fondo de este túnel se podía escuchar el riachuelo correr con más fuerza que nunca y el suave sonido de la lluvia caer en el exterior junto a las pocas gotas que caían en el interior y las pequeñas corrientes creadas en el interior del túnel.
Sin esperarlo, escampó, por la parte final del túnel comenzó a entrar luz mientras las últimas gotas de agua que quedaban el los árboles. Llegaba a la salida, tardé un momento en poder ver lo que había, me quedé deslumbrado. Poco a poco se materializó ante mi el riachuelo con más cauce del que aparentemente tenía, las hojas de los árboles mostraban su verde más radiante, adornadas con las gotas de la lluvia. La fuerza de la corriente parecía haber menguado, dejando ver algunas rocas más altas al descubierto.
Un fuerte piar resonó por todo el bosque. Miré hacia el cielo, y la volví a ver, aquel ángel, que se había llevado la lluvia, había vuelto, conmigo. Formando una espiral en el aire bajó para estar a mi lado. Posada ante mi, con sus blancas alas extendidas, me hacían sentir relajado, en paz, como si ese fuera mi lugar, y efectivamente, lo era.
Sentí como mi cuerpo comenzaba a cambiar, poco a poco, mis pies y brazos se convertían en fuertes patas, mi piel se cubría de un denso pelaje dorado. Muy lentamente me había convertido en un lobo.
Muy bonito. Me ha gustado mucho. Espero más historias como estas. Muy poética.
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