Pequeñas partes de alma
La cadena gira deprisa, muy deprisa, tanto que prácticamente es imposible fijarse qué está bien y qué está mal. Sin descanso, las máquinas emiten ese estruendo sordo, apenas oído por los integrantes de la cadena, cuyos pasos de fantasma, como si encadenados, emitían leves sollozos.
“Despierte, 18013, ha de seguir su trabajo” Encajado en ese pequeño pasillo por donde caminaba transportando ese trozo de algo que ignoraba por completo, aunque apenas mostraba el más mínimo interés por saber lo que era. Su cerebro, rebelde por naturaleza, todavía resistía el ataque al que diariamente estaba sometido, atreviéndose a pensar, a recordar.
Recordaba la impresión que le dio aquel lugar, esas enormes máquinas trabajando día y noche, de la cual desconocía su función, aunque hubo una vez que sintió verdadera curiosidad por lo que estas entrañaban. Recordaba lo molesto que le resultaba el gris uniforme al principio, al que acabó acostubrándose, al igual que hizo con la claustrofobia que le infundía las tonalidades rojizas de aquel lugar.
Su única tarea era transportar un objeto aparentemente inanimado hacia una cadena que estaba al otro lado del la grandísima nave, recoger otro objeto de iguales dimensiones y peso de otra cadena, y llevarlo al punto de partida, donde se le entregaría otro igual, siempre lo mismo. Pensaba, ¿verdaderamente aspiro tan sólo a esto?
“Recuerde que ha escogido esto porque le gusta, nadie le dijo que fuera fácil” “Ha de hacer lo que debe hacer” “Siga trabajando, usted lo eligió así” Las voces metálicas de la megafonía, que antaño lo volvían loco, ahora era algo tan usual que, prácticamente, se había hecho normal. Los sueños, las aspiraciones, los deseos hacía tiempo que se habían apagado lentamente, hasta ser una tenue llama casi imperceptible.
Pero hay algo a lo que no se puede vencer. Inevitablemente, la voz vuelve a pronunciarse y de inmediato para y suelta la pesada carga que lleva, rompiéndose en mil pedazos que comenzaron a emitir un destello cada uno. Luego, poco a poco los demás objetos que transportaban sus compañeros comenzaron a iluminarse, pero estos no se inmutaban y seguían andando.
“18013, regrese a por más mercancía y continúe su labor” Le advirtió la inanimada voz de la megafonía. Poco a poco comenzó a recordar lo que estaba pasando, desde el primer día, comenzó a recordar…consiguió hacer memoria de lo más valioso que tenía y que casi había perdido. Ya no era una cifra. Volvía a ser él.
“Continúe su labor” insistía, mientras, perfectamente consciente de lo que pasaba, fue testigo de cómo el cuerpo de seguridad se le echaba encima. Sin pensarlo fue tirando todas y cada una de las cosas que llevaban sus compañeros. Comenzó a escuchar un estruendo en las máquinas, como si algo fallara. En la bermeja gran pared que había en el fondo comenzó a resquebrajarse dejando un pequeño resquicio por el cual se filtraba un haz de luz tan brillante, tan nueva.
Aquella pequeña apertura comenzó a crecer, haciéndose más y más grande hasta dividir el gran muro en dos mitades que explotaron provocando un gran estallido, convirtiéndose en un polvo blanco, al igual que el cuerpo de seguridad que casi lo tenía, sus compañeros de trabajo.
Un fuerte viento comenzó a soplar llevándose las diminutas partículas blancas, dejando ver, bajo sus pies, una verde pradera, casi infinita cuyo olor lo embriagaba, haciendo volver a sentirse tan bien como antaño. A lo lejos unas montañas nevadas delimitaban la amplia campiña. El viento, que hacía mover acompasadamente la hierba del suelo ,acariciaba su cara con suavidad, haciéndole recordar que no era una máquina, volvía a ser una persona.
Escuchando el roce de las hojas, la alegre canción que le susurraba el viento. Y a un águila.
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