Cristales rotos
Muchos años de soportar que te saquearan sin piedad. Mi alma de pirata lleva dentro los peores sentimientos contra quien te maltrató. Algún día el pueblo abrirá los ojos y verá que de seguir así en pocos años tendrá graves consecuencias.
Imagínate paseando tranquilamente por un tranquilo camino de tierra, en medio del campo, todo es tan relajante, tan brillante, se respira serenidad, paz. Sientes el olor de todo lo natural, huele a pino, lavanda, también el suave aroma de la manzanilla silvestre, y si te fijas bien, viene el olor a eucalipto, algo de tomillo y algunas plantas silvestres. Notas como tus pies se ciñen a la tierra, el sol acaricia cálidamente tu cara. Prestas atención y puedes escuchar el sonido del viento golpeando suavemente el follaje de los árboles, algunos pájaros, ¡incluso se puede escuchar un águila! Alzas la mirada y la ves, volando impetuosa, como si te hubieras metido en la Senda del Lobo.
Pero algo pasa, el olor natural que había comienza a ser invadido por el hedor de aguas residuales, residuos sólidos, hueles la pestilencia a orina concentrada, gasolina y otros carburantes salidos de los tubos de escape de los vehículos, neumáticos. El sonido de las hojas y pájaros poco a poco había desaparecido, dando lugar al sonido de un fuego quemando algo, emitiendo pequeños estallidos, chispazos, oyes bocinazos, gritos de personas peleándose, discutiendo como si les fuera la vida en ello, gritos horteras y ordinarios, derrapes de coches, el potente sonido de una taladrarora, una hormigonera dando vueltas, muchísimas máquinas emitiendo ruidos… cuando la música de unos altavoces se convierte en ruido. Tu cara recibe la bofetada de calor, una bofetada de cambio climático. Tus pies sienten el dolor de caminar sobre cristales rotos.
Abres los ojos y, en la limpia senda comienzas a ver un pálido arco-iris de envases de todo tipos rojos, naranjas, amarillos, verdes, azules–la bandera del orgullo, vamos–, bolsas negras llenas de algo que no te atreves ni a mirar en su interior, ladrillos rotos, un polvo grisáceo, escombros y más escombros, miles de palos, un sofá en pésimas condiciones allí reposaba, latas vacías de cola, refrescos, condones usados, una antigua televisión abandonada ahí a su suerte, botellas de cerveza, agua, licores, pilas usadas, bombillas fundidas. Cristales rotos.
¿Eso es lo peor? Sólo la punta del iceberg. Ves a tu alrededor que el verde a pasado a negro, el fuego a consumido todo a su paso, apenas queda un resquicio de verde, una pequeña hoja como la que se encontró Wall-E en 2115, pues eso ahora en 2013. En este caso pregunto ¿tan desacertada estará la predicción que hizo Disney-Pixar en su película de animación? ¿Realmente es una película para niños o una advertencia para los adultos? Sólo se ven cenizas, cenizas y cristales rotos.
Aún nos queda el sonido del agua que fluye tras de ti, te vuelves y ves la fuente del hedor, un riachuelo verde, no precisamente por las algas que hay en su interior. Ese agua con espuma espesa y blanca que empuja cadáveres de peces, plásticos, bolsas de basura, envases. En periodos donde el agua tiene menos profundidad se puede ver todas y cada una de las basuras que hay en el fondo del riachuelo, muchos cristales rotos.
El sol ya no sale, todo está nublado, unas espesas nubes negras, que aportan la esperanza de que la lluvia sane aquel horror de allí. Empiezan a caer las primeras gotas, al rozar tu piel comienza a arder. La única esperanza que tenía aquel paisaje desolador se ha vestido de amargura. La lluvia es ácida cual limón, destrozando todo a su paso. Una fábrica cercana no deja de emitir gases tóxicos, no deja de matar el planeta. Cae la lluvia sobre la tierra, repleta de cristales rotos.
Si esto es lo que nos espera, no habría que concienciarse de que algo no va bien en nuestros modelos de vida. Si fuera ajeno a este problema me sería indiferente que la humanidad esté en cadena perpetua, condenada a una muerte segura. Pero este problema me afecta tanto a mi como te afecta a ti, estamos hablando de que estamos llevando una conducta muy egoísta hacia el medioambiente. Una postura muy cómoda, como si no notásemos el frío aliento de la muerte a nuestras espaldas.
Tendríamos que sopesar cuales son nuestras prioridades, ¿la política o el medioambiente? ¿Querer y solicitar la independencia o controlar el vertido de residuos sobre áreas naturales? ¿Manifestarse por los recortes en educación y sanidad o por la emisión de los gases tóxicos causantes de tantísimo daño a la especie humana? ¿Que Tokio haya salido elegida para los JJOO para 2020 es más importante que saber si llegaremos a 2020?
Te lo planteo de otra manera, ¿dinero o la vida?
El tiempo se acaba, y tendrás que elegir entre la posibilidad de tener dinero o de vivir. ¿La avaricia humana romperá el saco y sólo quedarán cristales rotos?
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