Mientras tú duermes
La noche es ese mágico momento en el que todas las preocupaciones del día se sumen en el silencio profundo. Es ese momento en el que nada importa el mañana, pues irrumpirás en él cuando abras los ojos. Es cuando la luna ilumina con un abrazo aquello que está oscuro. Cuando se recargan fuerzas, a la espera de un nuevo día. Cierras esos ojos, dispuesta a dejar atrás todo el día con el que vienes cargando. Dispuesta a entrar en el mundo de tus sueños.
Cada noche, mientras tú duermes, yo salgo a cantar. Las temperaturas bajan en la madrugada, haciendo que te tapes más con la sábana. La luna tiñe hipnóticamente todo tu jardín de ese mágico tono azulado. La sombra en la noche de tu casa sobre la hierba es negra y oscura. Me coloco bajo tu ventana, allá donde la luna no puede verme, intento imaginarme lo que estarás soñando en ese momento. Y allí empiezo mi serenata por ti. Para ti.
Al oírme cantar mis amigos y compañeros se unen a mi. Salen de detrás de cada hoja, de cada flor. Como dirigidos por el sonido de tu respiración acompasada durante el sueño elevamos nuestras voces al cielo. Subo por la enredadera que cubre parte de tu pared. Saltando de hoja en hoja, aferrándome a su tronco mientras asciendo, hasta llegar al alféizar de tu ventana, donde puedo verte dormir. Siento como tu pecho sube cada vez que por tu nariz entra el aire, y desciende cuando lo sueltas.
Con una pequeña astilla de la madera del alféizar tengo una batuta con la que dirigir al concierto de grillos que al pie de tu casa cantan. Unos cogen hojas que harán sonar como el viento al pasar. Otros, con esas hojas hacen sus pequeños instrumentos de los que emanará la música. La música de la noche. Mientras que un grupo incombustible sigue entonando la serenata de cada noche. Marco el ritmo al compás de un profundo cri cri que irrumpe con una sonrisa entre tus sueños.
Como llamadas por la música de tu jardín llegan las luciérnagas. Sus luces danzan como ondas en el agua entre los árboles y la hierba del suelo. Las hojas se iluminan cuando pasan por detrás. Cómo me gustaría que despertaras por un segundo y vieras el magnífico espectáculo. Me encantaría tener una forma más allá de las palabras de poder describírtelo. Hacer que lo vieras desde mis ojos, que lo sintieras desde mis antenas. Quisiera que mi música fuera la que te hiciera dormir.
Con la astilla como batuta dirijo a mis amigos. Hago que las luciérnagas vayan de aquí para allá. Se puede respira la alegría del momento que contrasta con la taciturnidad de tu cama. Los tenues luceros que emanan las luciérnagas que tanto se diferencian a una tímida luz de luna que empieza a entrar en tu habitación, empapándola de su mágico azul. Tu rostro tranquilo empieza a ser acariciado poco a poco por la luz de la luna en su avance por el firmamento.
Se huele la noche, se siente la noche. La paz de tus ojos cerrados. Tu respiración que hace ascender y descender tu pecho. Tras tus párpados un mundo en el que me encantaría sumergirme y vivir contigo aquello que sueñes. En la oscuridad de tu habitación solos tú, yo, y la poesía de la música que embriaga toda la estancia. Inconscientemente la escuchas. Te gusta y te sientes tan tranquila como tu rostro refleja. No puedes imaginar que hay un pequeño bichito en el alféizar de tu ventana tocando para ti.
La noche pasa tan rápido como siempre. En un cerrar y abrir de ojos está de nuevo el sol sobre nuestras cabezas. Pero yo esperaré aquí, bajo tu ventana, a que vuelvas a tu cama como cada noche, y mientras tú duermes yo salgo a cantar.
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