en un lugar

Si existe un lugar donde la naturaleza abunde, donde el ser humano no tenga una guerra abierta contra ella, sino que la cuide y la respete, un lugar donde la paz reina en armonía con las vidas de sus habitantes, allá donde lo roto se arregla y lo dañado se cura. Un lugar, tal vez donde nace la alegría, tan fantástico que sólo los que se saben guiar por su instinto saben encontrarlo. Donde se pueda ser humano y lobo a la vez.


Siempre me han dicho que una sonrisa hace muchos más amigos que un gesto fruncido, y es que esa simple mueca ya predispone a caer bien. Sonreír, siempre sonreír, parece ser la clave de todo, en las adversidades para que ayuden a aliviar el dolor, en la alegría sonreír de corazón y contagiar a todos la felicidad, a los amigos por serlo, a los enemigos para demostrarles que su odio no llaga a calar en el alma. Sonreír como si fuera un niño pequeño que disfruta sus primeros meses de existencia.

A veces pienso en aquel lugar dónde la naturaleza es plenamente verde, dónde los ríos corren libres a lo largo de su cauce y no dejan saber a nadie adónde van ni de dónde vienen, donde cada árbol es una frontera sin aduana a un mundo desconocido y fantástico que se tiñe de naranja tras el manto de la lluvia del otoño, formando charcos por todas partes, y se viste de blanco durante el invierno. Un mundo donde sentirse libre no esté mal visto.

Me viene a la mente cada valle y cada montaña, cada piedra y cada animal que las recorre haciendo de la naturaleza su hogar. En un lugar donde ser feliz, donde correr hasta quedarme sin fuerzas, donde trepar hasta las copas de los árboles, donde deslizarme por la nieve recién caída y aullar a la luna llena sacando al lobo que llevo dentro. Allá donde  poder sonreír sin esforzarme por hacerlo, donde la vida sea un cuento lleno de ilusión y fantasía, y ese cuento, mi hogar.

Quiero sentir cómo es su tierra bajo mis pies cuando camine descalzo por las sendas de su bosque, quiero sentir cómo acaricia el viento mi rostro y con qué fuerza lo hace, si será leve como un suave beso en las mejillas o si será con gran intensidad, que apenas me deje escuchar nada. Quiero saber si sus montañas cantan al atardecer cuando el sonido de una lluvia se hace omnipresente, como los apagados colores que pintan el paisaje bajo la cortina de agua.

Me pregunto a qué olerá cada rincón de aquel lugar colmado por la naturaleza, cómo se escuchará allí un suspiro de nostalgia o el beso que consuma un reencuentro, si me hará sentir esa paz interior que tanto anhelo, si me concederá todo el tiempo del mundo y la libertad para poder disfrutar del mismo, para escudriñar todas las sendas de la montaña, para transformarme en lobo sin miedo a ser visto. Me pregunto si me arrancará esa sonrisa del alma que se muere por salir.

Un lugar donde no se necesite dinero para ser feliz, donde las preocupaciones no pasen al día siguiente y nadie se sienta oprimido. Un lugar que no sea el más rico en fortuna, pues esta crea sólo discordia y separa a las personas por su nivel de ambición. No, yo no quiero dinero, aunque lo necesite para vivir, sólo quiero ir a ese lugar que está más allá del horizonte, vivir allí en armonía con la naturaleza y saborear cada día de una vida tranquila y libre.


Sé que existe ese lugar, porque lo conozco como si hubiera estado allí, como hombre o como lobo, tal vez sólo lo soñara, pero en algún rincón del planeta debe estar, rodeado de naturaleza, esperando que vaya. 


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