ecos

Esa canción antigua que suena en tu mente con ese sabor añejo que desgarra las barreras tejidas por el olvido, esas pisadas que borra la nieve al caer, ese calor que se pega a tu cuerpo en el verano de tus emociones, el examen de matemáticas que te quitaba el sueño, de ese papel en blanco que se niega a ser escrito a la poesía que roce tu alma despojada de cualquier fortificación. Tu nombre escrito en el destinatario y el mío en el remite.


Dice un proverbio árabe que quien no entiende miradas tampoco entenderá una larga explicación, y no hace falta mayor definición para lo que es la empatía, para ver en los ojos de otra persona cómo se encuentra su alma, descifrando todo lo que las palabras esconden, cada sentimiento, cada detalle que tu voz no puede expresar por si misma. Me sorprende muy a menudo la cantidad de cosas que puede desentrañar una sola mirada, que es el eco de la voz del corazón.  

El eco de la distancia se pierde en el tiempo, recordando la triste hora que te dije adiós y la dichosa mañana en la que te volví a ver, siempre tan guapa. Cuando tus ojos hablan de que lloraron, porque me echaste de menos, porque querían volverse a encontrar con los míos, y los ecos de nuestras almas se armonizan en un sonido tan bello que jamás nadie escuchó. Unos ojos tristes, anhelantes de cierta complicidad y carentes de su paz natural.

La mirada de sorpresa que resuena como el agua que fluye en un manantial, las letras que van fluyendo en una página que antes estaba en blanco. Esos ojos que de niña alumbraban la existencia de los que te rodeaban, cuando las aventuras estaban a la vuelta de la esquina, y la más grande era la vida, que se mostraba inocente y pura, ajena a todos los males del mundo, donde cada día guardaba una sorpresa que tocaba tu corazón. 

La tormenta que sale por tus ojos, con los truenos de una profunda indignación que, sin palabras, deja un eco potente y amargo que arrasa todo cuanto se ponga por su paso. La mirada que advierte a todos que quieres tu espacio, como el sonámbulo que debe permanecer dormido. Al igual que el eco de repulsión que se refleja en tu rostro cuando hay algo que no te gusta, o esa carita que se te queda cuando te aburres y no sabes que te estoy mirando.

Cómo pasar por alto la mirada de la curiosidad que es el eco del interés carente de malicia, como la barca que surca unas aguas tan calmadas que el cielo parece unirse con la tierra, buscando tocar un horizonte que ha desaparecido. Son preguntas por responder, un sentimiento de vacío que quieres llenar con la información que se oculta tras el horizonte, es el eco de un alma intranquila e impaciente que se pregunta por lo que vendrá y lo que pasará.

El eco que a mi más me gusta es ese que le sobran las palabras para decirle al mundo entero que algo te gusta, cuando tus ojos adoptan ese brillo de ternura, que me parece que ese eco de tu corazón no es un simple reflejo, sino que es la propia voz de tu alma la que habla. Cuando le pones voz a la fascinación, a la admiración y a dulzura más pura, esa mirada que es difícil de olvidar porque se graba a fuego en el alma.


Si tus miradas son ecos de tu alma, que salen por tus ojos, que me hablan de la tristeza, de los enfados más tontos a los más justificados, de tus inseguridades y tu curiosidad, de tus miedo y las alegrías que te hacen ser quien eres, yo quiero ser el oído que oiga todos los ecos, los ojos en los que se pose tu mirada, y quiero ser el corazón que escuche al tuyo sin más reflejos.


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