Vuelve a soñar
El tiempo, una de las pocas cosas que acompaña al hombre desde que es hombre, ese que siempre estuvo ahí danzando a su vera y corriendo en su contra. Pero gracias a él, el hombre fue tomando consciencia de lo que era, de lo que representa en medio del universo, y la razón fue ganando a los instintos animales que en él dominaban. Así nació la belleza, el bien y el mal, la solidaridad, la necesidad de contar historias fantásticas de mundos lejanos…
Cuando la razón empezó a ir más allá de lo que el cerebro le permitía, cuando dio ese pequeño saltito del mundo real, en el que vivía a un mundo ficticio e imaginario donde todo puede pasar, donde pasado, presente y futuro convergen en un único punto atemporal. Esa primera vez que el hombre sale del tiempo para dominarlo a su antojo y voluntad, fue la primera vez que el hombre descubrió lo que era la imaginación y su ilimitado poder.
Desde que el hombre es capaz de recordar su sueño y volver a la infancia, volando entre nubes de algodón, junto a la niña bonita del paraguas rojo que permanece mientras el paisaje se va desvaneciendo. Quizás llamaran loco a aquel primer hombre en parar el tiempo, el que consiguió crear un mundo desde cero, un mundo que empezara llevando a todos a un pasado muy lejano, en tierras lejanas y exóticas con un «Érase una vez…»
Cuando la imaginación echa a volar cualquier cosa es posible, es el poder de tocar la luna con la yema de los dedos, y bailar con su luz hasta que los pies aguanten, es el volar como los pájaros y crecer como un gigante o encoger hasta ser como un ratón. Es transformarse en un lobo en plena montaña y tender una escalera hasta el cielo. Son formas y colores imposibles, tecnología más que avanzadas, sin la carga de que tengan que tener base científica.
Cuando te dejas llevar con el alma desnuda, hasta poder ver los colores que trae consigo el viento, es entonces cuando puedes tocar las estrellas y con los ojos cerrados oír la música que produce su movimiento. Es cuando el olor de la libertad inunda el ambiente, siendo ese pajarito que revolotea y canta felizmente a la vida, el sabor único de un beso robado. Es un globo que flota ascendente hacia el cielo dando un toque rojo a su azul natural, devolviéndonos a la infancia.
Qué bonito es ese mundo dónde los males no tienen cabida, como los que tienen los pequeños, reflejando en su mirada la más pura ilusión y en su sonrisa sincera rozando la felicidad que este mundo les ha dado con su vida, cuando vienen a mi en busca de un globo que flote en el aire y se sientan los más grandes como si al otro extremo del pequeño cordel flotara la magia más misteriosa y bella de todas, un globo.
Querría haberme presentado antes, pero es que me da por pensar y mi mente se va como uno de los globos que va hacia el cielo, perdiéndose entre las nubes. Me gusta ver a los niños que vienen a mi, y me encanta esta honrada profesión, la cual muchos miran por encima del hombro, sin saber que soy mucho más feliz que nadie. Y no puedo evitar parar a pensar en el genio que inventara una cosa tan simple y tan bella como es un globo.
Tal vez no entienda muy bien qué es lo que hace que el helio consiga alzar los globos sobre la cabeza de todos, pero no puedo que negar que parece magia, como una música que resuena alegre sobre las calles de la ciudad, de la manos de los seres más inocentes. Pero esto aquí no acaba la historia de este vendedor de globos, te invitó a comprar uno y volver a soñar.
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