A tu vera
Yo soy aquel que te vela en las noches, soy el que te enseña la vida tal cual se muestra y no la que te cuentan, soy tus penas y alegrías. Yo soy tu base, tu camino y tu final, soy el que dicta tus gustos y desagrados, tu forma de ser y carácter. Soy el que, tras un error, te dice «te lo dije», el que te hace sentir vivo. Soy el hermano de tu historia, y aunque sólo puedas verme por el rabillo del ojo, siempre estuve contigo.
Nadie sabe cuando nací, pues nadie sabe cuál fue su primer recuerdo, el primer registro en tu memoria, cuando yo entré en tu vida. Soy el que más te conoce y tú de mí apenas sabes nada, sabes poco de lo que soy y puedo llegar a ser. Nunca me has visto y presiento en ti que hay veces que deseas no hacerlo, quizás porque estoy aliado con tu sombra. Sólo puedes verme mirando al soslayo, y sólo tú puedes hacerlo, pues cada palo aguanta su propia vela.
Soy ese que en la desesperación, con una mano en la espalda, te consuela poco a poco. El que en momentos en los que tu ego se agranda te hace ver que no eres un dios al que adorar, tan sólo un mortal más de la tierra. Siempre me oyes, pero en ti está escuchar la ira que te susurro en tu oído. Nunca miento, nunca he dicho nada que no sea lo más razonable, pues para ti siempre he querido lo mejor.
Fui yo el primero en decirte que, en esta vida, nadie iba a regalarte nada, el primero en contarte que la historia la escriben los que ganan. Nadie antes que yo te dijo el precio que hay que pagar para llegar hasta donde te has propuesto, yo fui el único que te comentó que la vida no tiene sentido por sí misma, que se lo buscas tú mismo, y sin él se convierte en una espera ilimitada a la muerte, a la que sin razón temes. Fui el primero en desentrañarte lo que vale una verdadera amistad, el valor del para siempre.
Yo siempre he sido el que maneja a mi antojo esa fábrica de sueños que, en las noches, se pone a trabajar a toda potencia, para envolverte en un mundo completamente nuevo, en algo nunca visto, donde estás bajo mi poder. El que convertía las pesadillas más diabólicas en un sueño perfecto e inalcanzable, soy el que hace que te levantes cada mañana, contra tu deseo de mantenerte aferrado a la almohada y continuar con el mundo onírico de tu subconsciente.
Quizás no sepas que también fui yo el que, en su día, te murmuraba al oído las mil razones por la que aquella chica te gustaba, cuando tu me contradecías argumentando que eso era imposible. Era yo el que cada día regaba la semilla de la idea del amor que planté en tu mente. Fui el responsable de parar el tiempo aquella tarde que los dos os quedasteis solos y te dije suavemente: «bésala, es el momento». El que día a día te susurra las cosas que debes decirle y hacer por ella para que se sienta única.
No me ves, pero me oyes, no sabes que estoy aquí, pero aún así me sientes. Me sientes como extensión de ti, como la parte incorpórea de tu cuerpo, el espíritu que te hace ser quien eres, que te hace sentir vivo y rico en lo que tienes, y no en deseos. Soy el aire que respiras por las mañanas, los recuerdos de tu niñez, yo soy los que muchos llamarían «tu humanidad», y si quieres verme, mira lentamente al soslayo, estoy justo a tu vera.
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