Ladran, luego cabalgamos
Amigo Sancho, mi fiel escudero, quiero que en estos amplios campos que nos deja ver esta nuestra Castilla te pares a escuchar el ladrido de los canes que intentan alejarnos de lo que ellos consideran su territorio. Tan pronto como los olvides, desaparecerán. Se sumirán en un silencio eterno mientras no les demos motivos por los que ladrar. Quizás te parezca una locura, Sancho, pero en su ladrido encuentro la fuerza sobrehumana necesaria para alzarme tras cada caída, de continuar un camino con una meta tachada de imposible, es la señal de que estamos cabalgando.
En un mundo donde los héroes se convierten en fantasmas y los locos son los que dicen las cosas más cuerdas. Todos con una opinión y el mismo derecho a opinar. Donde todos quieren que se respete su forma de pensar, pero nadie acepta que haya alguien pensando de otro modo. Pasan de la guerra a la paz, y de la paz vuelven a la guerra, ¿no es descabellado pensar que ellos mismo la buscan? Realmente, Sancho, este es un mundo raro al que uno no termina nunca de adaptarse.
El camino de un hombre por la vida puede ser largo y duro, de los que empiezan con nosotros ese camino, muchos toman otro rumbo y dejan de estar a tu lado, otros muchos se quedan atrás y sus vidas apenas avanzan desde donde la dejaron. Y unos pocos se incorporan y se incorporarán más tarde, algunos, incluso por los que llevaras esperando toda una vida. Sorprende saber el número de los que al final se quedarán a tu lado, o cabalgando por caminos paralelos muy próximos al tuyo.
Amigo Sancho, el camino no admite cobardes y lo mejor que te puede pasar es cabalgar junto a un amigo. Comprenderás que no es necesario una cantidad ingente de personas, sino con aquellos con los que más confianza sientas. ¡Pero es un mundo de locos, Sancho! ¡Y cuán difícil es encontrar a alguien como tú en estos tiempos que corren! Es que encontrar un buen amigo es más difícil ahora que antaño, con la facilidad de un niño, y quiero pensar que de adultos requerimos una mayor profundidad en nuestras relaciones.
Cierto es que cuando anduve solo por estos campos de Castilla, se acercaron a mi tantos perros que esos años para mi se quedan. Perros que se presentan como tu mejor amigo, pareciendo que lo daban todo por ti y luego exigiendo que hicieras lo mismo por ellos, cuando bien sabes Sancho, que en las amistades nada se exige. También los hubo que más que amigos pudiera darles el nombre de competidores, los cuales sólo te utilizan para medirse a ellos mismos y a su ego.
Sancho, amigo mío, soy afortunado de tenerte en mi vida, y pareceré loco cuando pronuncio estas palabras, pero de tantos cuerdos con los que me he topado la mayoría ni siquiera sintió ni la mitad de eso por mi. Por eso quiero expresártelo y poder vivir contigo cualquier aventura que en el camino nos encontremos, sentir que el viento sopla por mi, que sopla por ti, cabalgar a lomos de Rocinante allá donde este nos quiera guiar. Ser los protagonistas de la más grande de las novelas de caballerías.
El mundo, nuestro mundo, Castilla, puede ser un lugar hostil si uno cabalga acompañado de su soledad. Pero también puede ser un lugar maravilloso con lugares por descubrir tan emocionantes como hermosos, donde las aventuras nos suplican que las vivamos, donde las doncellas secuestradas por gigantes aguardan a que las rescatemos. Y ya se sabe lo que dicen, Sancho, un buen caballero andante ha de llevar siempre a su fiel escudero. Y si los perros ladran, que ladren, eso significa que estamos cabalgando.
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