Al final del sexto día
Todos los cuentos comienzan de una manera muy similar, pero al hablar del origen de los orígenes no puedo decir «érase una vez» porque el tiempo no existía. No puedo decir «en un país muy lejano» porque tampoco había un espacio físico donde poder existir. No existía ni la oscuridad ni la luz. No había nada. Todo lo que fue, es y será estaba comprimido en un minúsculo átomo de energía y materia que en el momento cero decidió ser.
Tras el momento cero, en el primer día de universo, todo era luz. Las estrellas se empezaron a formar, chocaban entre ellas, se creaban, se destruían. El tiempo pasaba de una forma tan deprisa mientras el recién nacido universo se expandía de tal forma que los eones pasaban en cuestión de segundos, y un año pasa en lo que dura un suspiro. Rocas que vagan por el espacio, surcando el tiempo, por los siglos de los siglos. La luz se va apagando. Por todo el espacio van quedando lejanos luceros esparcidos.
Las estrellas se van formando en galaxias, las galaxias se juntan en cúmulos. Alrededor de las estrellas empiezan a orbitar planetas. En los planetas se van formando cordilleras y mares, los desiertos cubren la totalidad de la superficie. Para el amanecer del segundo día, el tercer planeta de una estrella llamada Sol ya tenía una luna que alumbrara sus noches, y una vida creciendo en su interior. La primera célula que da lugar a la primera bacteria que formara la primera planta del universo.
Cuando el segundo día llegaba a su término organismos más complejos asomaban la cabeza por la superficie del agua, como subiendo una escalera al cielo. La Tierra estaba completamente cubierta del verde de las plantas y el azul de los mares. Del primer pez que salió del mar a los dinosaurios y su gran extinción en el tercer día. En el amanecer del cuarto día todo estaba destruido. Como el fénix resurgió de sus cenizas una pequeña criatura que para el final del cuarto día ya había repoblado el planeta.
Las especies se fueron reproduciendo a lo largo del quinto día. Evolucionando hasta devolver el estado verde y azul que otrora tuvo. Fue en el sexto día cuando el primer humano pisara este planeta. Fue el sexto día cuando se agruparon en tribus, adorando al sol y a la luna. Fue en el sexto día cuando, vestidos con pieles de animales, los primeros hombres salían a cazar mamuts, cuando descubrieron el fuego, cuando se pronunciaron las primeras palabras que darían pie a un amplio vocabulario.
En el sexto día se escribieron sobre la tierra los primeros números, las primeras letras. Vio el dinero la luz para sustituir el sistema del trueque. Ese día vio nacer el latín, la democracia, faraones y pirámides, emperadores y senadores. En él surgieron castillos y sus leyendas, el rey y sus caballeros partiendo hacia las cruzadas. Fue el mismo día en el que enviaron a tres barcos a las indias cruzando el Atlántico y descubrieron todo un mundo nuevo. Fue cuando los feudos pasaron a ser Burgos.
El sexto día abrió las primeras fábricas, las primeras máquinas que harían al hombre más libre y que paradójicamente lo apresaban entre barrotes invisibles. Surgieron corrientes políticas cada vez más distantes, más dispersas. Nacieron dictadores. En un día Hitler se hizo con el poder y cayó, dejando una huella imperdonable en el mundo. Chimeneas que se alzan hasta el cielo emitiendo toneladas de dióxido de carbono. Cada coche que arranca, cada moto que acelera, nos acerca prematuramente más y más al final del sexto día.
Fue en el sexto día cuando el hombre por fin salió de la tierra para conquistar la Luna. En el sexto día, junto al hombre apareció la mujer. Tratada injustamente desde su creación. El hombre que siempre ha separado a los suyos de los otros, llegando incluso a esclavizar a quién es diferente. La violencia sobre la inteligencia. Guerras en las que se queman y destruyen libros porque hacen pensar a la gente. Una trinchera cavada con la sangre y la cordura de inocentes. La democracia suspendida.
En un sexto día cuando el hombre fue descubriendo qué eran los sentimientos mientras torcía la cabeza fingiendo que no los sentía. Un sexto día donde la bondad humana se esconde en pequeños botes verdes entre las cenizas de destrucción. El ser humano ha traído consigo un progreso que parece estar involucionando su especie, empujado por la codicia y el odio. Más que lograr la felicidad de toda persona sobre la faz del planeta ese “progreso” está consiguiendo sociedades cada vez más segregadas.
Arquímedes inventó el tornillo para llevar el agua a lugares elevados, pocas horas más tardes Graham Bell inventaba el teléfono, y apenas unos minutos más tardes salió al mercado el primer iPhone. Al tiempo que Gandhi promovía la no violencia, las sufragistas luchaban por el derecho a elegir a un presidente tal y como los hombres lo hacían. Horas más tardes de la invención de la imprenta, Internet ya había causado un fuerte impacto en la forma de vida de las personas.
Al final del sexto día ya no habrá nadie sobre la faz de la tierra. Nadie escuchará el gran final al día más intenso. Comenzará el gran colapso de un universo vacío cuyo tiempo no transcurre para nadie más que para sí mismo. Y para el séptimo día, todo lo que fue, es y será estará comprimido en un minúsculo átomo de energía y materia que en el momento cero decidirá ser.
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