Donde habitan los sueños
Donde habitan los sueños, allá donde el sol y la luna se van a esconder. Donde las nubes se tiñen de rosa con los últimos rayos del día, dibujadas por dragones vagan por el cielo con sus formas de fantasía, siempre cambiando, nunca iguales. Un lugar perdido en el tiempo donde la memoria de sus habitantes escribe su historia. Historia que se pierde entre las líneas de un tiempo donde manan leyendas fantásticas donde la imaginación y la realidad bailan de la mano.
Dice un antiguo refrán que como en casa no se está en ningún sitio. Un lugar donde resguardarse del frío del invierno y el calor del verano. Un hogar donde pasar la mayoría de nuestras vidas, donde crecer en familia. Un lugar donde sentirse cómodo, lo que últimamente llamarían la «zona de confort». Un hogar puede ser tan pequeño como una habitación, o tan grande como una nube, que puede ir adonde el viento la arrastre, a ese lugar donde habitan los sueños. Tan grande como el mundo.
Una montaña de tierra negra que colinda con un valle verde en cuyo suelo se arraiga un bosque, un cielo azul con nubes blancas surcándolo. Un río serpentea por la basta llanura. Un gélido viento sopla desde el oeste. Huele a la naturaleza en su estado más puro. Mi nariz capta olores tan familiares y tan nuevos. Jamás hubiera imaginado que un paisaje tan simple pero lleno de detalles pudiera hacerme sentirme tan conectado a mi alma, a mí lado más natural.
En nuestro interior tenemos un deseo de infinito. Se dice que esa es la razón por la cual queremos compartir nuestras vida con una sola persona, sentir su amor por siempre. Quizás por eso me siento tan lleno al subirme a una montaña y ver el mundo a mis pies. Tal vez sea por eso que al mirar al mar me hace sentir esa paz que solo duerme en un sueño lejano. O puede que por eso me emocione ante la flor más pequeña.
Quiero que mis ojos vean cada rincón del planeta, cada combinación de colores que puedan captar, una sonrisa en cada boca de cada mujer que vea. Que mis oídos oigan cada instrumento que se pueda tocar, cada canción que en un idioma se pueda cantar. Que mi lengua saboree los platos de cada cocina en la que se encienda un fogón. Quiero poder alzar las alas, sentir el viento contra ellas y volar tan alto como un dragón. Dibujar desde arriba a las nubes.
No necesito irme a la luna ni salir al espacio para contemplar la belleza que tiene la tierra. Necesito sentir el viento en mi espalda que me ayuda a seguir caminando, haciendo mi camino. Necesito pisar la hierba que se hunde bajo mis pies, perderme por los bosques donde los cuentos de hadas se hacen realidad para sentirme vivo, para cerrarle la puerta a los miedos y las preocupaciones. Volver a tomar las riendas de mi vida, sacar la cabeza del hoyo y pensar que el sol nace para todo el mundo.
Somos dueños de nuestras vidas, y yo mi vida quiero que pase por cada país de este mundo. Quiero pasar desde Islandia hasta el Sahara, de Colombia a Japón. Quiero que mi vida se defina con una sonrisa. Que nadie podrá nunca pararme, ni quitarme las ganas de seguir adelante, de superarme mientras otros se quedan con su envidia atrás. Quiero arriesgarme a vivir una vida fuera de la rutina. Nunca es tarde para cambiar de rumbo, vivir tan intensamente como un lobo.
Me siento conectado a la naturaleza de una forma tan especial, tan inefable que hago del mundo ese hogar del que hablaba el refrán, como en casa en ningún sitio, y yo soy un simple mochilero que camina por ese sitio, tan grande como una nube, por el lugar donde habitan los sueños.
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