¿por qué no?

Las lágrimas que caen en la arena se olvidan para siempre, nadie se preocupa de buscarlas para recordar qué las provocó, por qué fueron a parar ahí. A nadie le importa un sueño roto, una ilusión desgarrada más que fue a caer en una triste playa donde el mar la limpiará, donde el olvido se encargará de borrarla. No importa cuantas veces se diga «mañana», el futuro se muestra tan incierto como complejo, tal vez la única palabra que lo defina sea «imposible».


Antes de saber que era imposible habría jurado que podría alzar las alas y volar tan alto como llegan las nubes. Podría haber tenido al pasado y el presente en una mano mientras hago piruetas en las alturas con dos alas que salieran de mi espalda. Sin límites, sin ataduras, como un pájaro. Pero en un momento de mi vida supe que nunca me crecerían, que jamás sería como un ángel caído en la tierra. Tan sólo mi subconsciente es capaz de darme esa imagen en sueños.

Antes de saber que era imposible, los hechizos, las pócimas y la brujería estaban a mi merced, pudiendo hacer cualquier cosa a mi voluntad con un simple gesto de la mano. ¿Varita mágica? Qué mago tan pusilánime sería si la usara para hacer los conjuros más impresionantes. Crear un universo en una bola de cristal, dar vida a una caja de música para que guarde los recuerdos más tiernos de quién la posea. Pero en algún momento cerré el Libro de las Sombras para no abrirlo jamás.

Antes de saber que era imposible con mi coche había podido ir atrás en el tiempo, viajar al futuro y estar de regreso en un pasado tan tranquilo como beligerante. Pasear por las autopistas del mañana, si es que siguen existiendo. Sorprender a la gente de otra época con los avances de hoy, y ¿por qué no? Cambiar el curso de la historia y visitar, de alguna manera que no tengo muy clara, otros universos paralelos. Pero la física se encargó de afirmar rotundamente que es imposible volver atrás en el tiempo.

Antes de saber que era imposible habría inventado una fuente de energía alternativa al petróleo, tan renovable como la solar o la eólica. Sin importar el dinero que pudiera costar, al fin y al cabo será la energía del futuro, ¿qué hay más importante que el porvenir de nuestro planeta? Habría inventado, quizás, una máquina que sirviera para teletransportarse a la luna en menos de un segundo. Habría sido el mejor músico que al mundo le hubiese cantado. El arquitecto que construyese el edificio más alto de Europa.

Antes de que alguien me hubiese dicho que la sola idea era algo imposible, que con regalarle una simple flor recogida de la calle ella me entregaría su corazón, jamás me hubiera atrevido a mirarla a los ojos. No me habría agachado por esa flor, y como quien entrega el tesoro más valioso se la hubiese dado, tal vez no como una flor silvestre cualquiera, sino como un mero símbolo del amor más puro que pueda existir. Si no hubiese sabido que era imposible…

No obstante, ¿qué pasaría si estuviese equivocado? ¿Qué pasaría si en realidad todo ello no fuera imposible? En algún momento de mi vida no fui consciente de que todo lo que soñaba no eran más que simples sueños. Hubo un momento en el que me di cuenta de dónde estaba la delgada línea entre lo posible y lo imposible, una línea tan difusa como el tiempo. Cierro los ojos y me imagino haciendo todo aquello que creía imposible. 


Poco a poco mi mente se va abriendo caminos por los que pueda llevar a cabo cosas que en un principio parecían imposible. Donde antes había un impedimento ahora veo que hasta que no se demuestre que algo no se puede hacer, no es imposible. Donde antes había una excusa, ahora hay un «¿por qué no?».


Comentarios

más leídas