Una obra maestra
Dicen que los niños, al no conocer nada del mundo, tienen una mente más abierta, están en continuo aprendizaje. En su mente no hay «verdades absolutas» incuestionables, ni siquiera existe el bien ni el mal, por lo que no son capaces de juzgar porque todo es válido. En otras palabras, cada niño es un artista que no sólo puede entender cualquier tipo de arte, sino vivirlo con afán de superación. Si yo pudiera volver a ser un niño para abrir mi mente como ellos, para poder crear…
Para crear algo grande, algo fantástico y extraordinario, que nunca nadie lo haya visto antes, una cosa tan genial que enamore con sólo mirarla, hay que olvidar todo lo anterior, levantar todas las bases que había sentadas, dejar a parte los juicios de valor y abrir la mente para que sea tan receptiva como la de un niño. Es dejar que empiecen a llover ideas únicas e irrepetibles, como pasa en los sueños. Todo se basa en soñar para crear.
Con una respiración profunda empiezo a sentir cada cosa que pasa por mi cabeza, sin descartar ninguna, sintiendo que cada idea nueva es mejor que la anterior, y en ese maremágnum que hay en mi cabeza me centro en lo que quiero, lo que más me gusta, lo que estoy buscando y quiero transmitir, y después plasmo la estructura principal en el plano, de momento formado sólo por líneas que van cerrando una figura geométrica. Aún no ni se ha construido, y ya amo el resultado.
Me imagino cómo se unirá esta enorme construcción a la naturaleza, sin duda quiero que sean uno no sólo parezca que se unen. Quiero que se vea, que sea bonito y que todos al entrar sientan que cada habitación tiene un poquito de ellos, que se sientan tan unidos como yo a ese palacio que tan sólo se encuentra en los planos y en mi mente. Sentir y hacer sentir. Quiero que sea tan perfecto que nadie hable de su parte técnica, sino de los sentimientos que les evocó visitarlo.
Como Walt Disney dijo en una ocasión, «No duermas para descansar, duerme para soñar porque los sueños están para hacerse realidad», yo ya siento mi obra. Al boceto original le voy añadiendo pequeños detalles que considero indispensables, poniendo énfasis en las partes que quiero que queden perfectas para que el jefe de obras no las descuide. Empiezo nuevas hojas en blanco con nuevos dibujos que corresponderán a las distintas caras del edificio, donde el lápiz y la goma bailan a compas de mis ideas.
La emoción recorre mi cuerpo cuando por fin veo alzarse los primeros pilares que formarán el palacio, cuando contemplo como se hace realidad aquello que yo pensé en su día. Me asaltan miles de dudas respecto al proyecto, ¿saldrá bien? ¿Se olvidarán de algún detalle? ¿Será como yo lo he pensado o diferirá en algo? ¿Me gustará el resultado? Prefiero dejar de pensar en la construcción, pero es algo que me ocupa en cuerpo y alma, y me es imposible olvidar el tema.
El tiempo pasa, y a la par avanza el estado de la construcción del edificio que un día nació en mi mente. Ya está casi completo, los albañiles van dando forma a cada rinconcito de la fachada, para que sea tan perfecta como lo es la Alhambra o los Castillos del Loira. Casi puedo oler la dama de noche de los jardines, respirar el aire de la biblioteca, o pasar la mano por las paredes de un palacio ya terminado.
El día de la inauguración ha llegado, y tiemblo de emoción al ver aquella idea concebida en una amalgama en mi mente hecha realidad, hasta una lágrima se resbala por mi mejilla al ver que es hasta mejor de lo que pude imaginar. Soy muy feliz porque hoy es un gran día, y no sólo lo digo como arquitecto, sino porque ahora el mundo es un poquito mejor.
Comentarios
Publicar un comentario
Me gustaría saber tu opinión sobre esta entrada.