Perdona si te he ofendido

«Tan triste es la mentalidad de aquellas, y tan mala es la necesitad y el hambre para que una mujer tenga que verse envuelta en esta situación en la que pasa a ser sólo un objeto. Afortunadamente, siempre hay vuelta atrás, y volver a ser mujeres.»


Nunca quise ser malévolo, ni quise hacerte daño, tampoco quiero parecer un machista desalmado. Escribo como como lo siento, tal y como lo veo, y si admiro a la mujer es de mi raza de hombre, y confieso que nunca fue por envidia. Pero si por mis palabras te sentiste alguna vez ofendida nunca lo pretendí, y no basta con un simple «perdón» o un «lo siento» pues siempre he sentido todo lo que he escrito y escrito todo lo que siento.

A ti que no te dejaron ser mujer, porque una mujer es libre y, tal y como entiendo ese concepto, a ti ese derecho no te lo concedieron, que tu vida no vale más de lo que vale tu cuerpo. Me muero de vergüenza de los de mi género que escupen a tus pies y sin piedad te desprecian como si fueras un simple trapo sucio, cuando el gran público les mira y en silencio te contratan para usarte en su beneficio corporal por una noche, una maldita noche.

Bajo las sábanas de ese lecho donde nadie duerme, del que sólo eres la carne caliente, se esconde las babas de aquellos hombres que no tuvieron la decencia de abstenerse y te usaron como un maldito objeto. Se largaron sin ayudarte, sin pensar que la necesidad y el hambre le pudo a la decencia, llamándote puta, sin más reparo, sin considerarte apenas una persona, sólo viendo la piel de una fémina como si no tuviera alma, como si fueras como ellos.

Esa hipocresía que tienen los hombres solteros, casados, ricos, jueces, políticos, magistrados, grandes y reyes que te usan y algún día, entre tus piernas, fueron los mierda que nunca son, siendo el cobarde que te maltrata. Si todas las mujeres tuvieran un hombres de los que no ocultan sus nombres, un hombre que las defienda de otros que la humillan.

¿Dónde están esos hombres que las defienden, que les digan «ven conmigo, tú no estás sola»? Mientras nos callamos ante gritos agónicos de auxilio, escondidos, que nos es mi asunto, no es la que yo amo. Nos resulta tan difícil, ayudar a cualquier mujer que vemos llorar, si sólo una sonrisa puede regalar. Como si hubiera algo más grande que eso, que si ella de por sí ya es grande, más grande aún es una angelical sonrisa. Nos perdemos en criticar al maltrato y la violencia y se nos va la fuerza por la boca.

¿Quién es capaz de considerar a una mujer, con todo lo que ella es, tan sólo un cacho de carne caliente sin nada más? Con el fantástico y romántico mundo que las rodea, que tanto dista al masculino. Con lo bonito que es  la mirada enamorada que ella te dedica cuando has tenido un pequeño detalle, por minúsculo que sea, con tan solo tenderle tu mano redentora en una situación de necesidad.

Si en la necesidad te viste obligada a vender tu cuerpo a hombres que al usarlo sin reparo, sinvergüenzas que cuando lo hacen ya no son hombres. Es una pena que por tener dos huevos se les tenga por valientes, si por llevar pantalones no condiciona a que sean hombres. 


Mientras sigas llorando en soledad sin un hombro en el que llorar ni unos brazos que te rodeen cuando más lo necesites, los hombres no existen.  

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