Haz de luz

Seguía una rutina, trotaba sin descanso por aquel bosque, la niebla parecía cubrir ese mágico lugar, en el que miles de criaturas habitaban en armonía, donde el silencio sólo era interrumpido por la brisa chocando sobre las hojas de los árboles que lo formaban y los cantos de los pájaros más valientes que con este frío se a salir de su escondite.

Los árboles pasaban tras de mi a gran velocidad, sentía en viento en mi cara caminando por aquel húmedo sendero. Mi respiración, levemente acelerada, al contrario que las primeras veces en las que apenas podía recorrer un kilómetro de este bosque sin cansarme. Algo había en él que me acostumbró a seguir una rutina de entrenamiento que la ciudad no había conseguido, una magia en el ambiente que me llenaba de energía.

Cada paso que daba sentía mi alma rodeada por un luz especial que revitalizaba todo mi cuerpo, algo que me hacía sentir bien, gusto con el mundo. Tras de mi dejaba árboles llenos de musgo que no duraban más de cinco segundos antes de que los engullera la extraña niebla que se había cernido sobre la región. Caminaba hacia el norte, sin saber qué podía encontrarme, esta no era mi ruta habitual, pero eso no me importaba, sentía que la dirección correcta era hacia dónde me llevaran mis pies.

Entre los árboles y la gris verdosa niebla se asomó un rayo de sol, tímido, taciturno y lleno de calor, perdido por la densa vegetación que aquella fértil tierra dio a luz, pasé por el lado de aquella luz, mirando a través de la espesa nube que cubría el lugar. Quizás algo pasaría por mi mente cuando miré aquel haz de luz de origen confuso que me distrajo, pues me pareció que se movió. Aminoré la marcha mirando hacia atrás. Ahí estaba, en su sitio, alumbrando al mismo helecho que antes iluminaba. Volví la vista adelante y continue la marcha.

Los árboles, que algunos me rozaban la cabeza, otros no se conformaban sólo con rozarla, los iba dejando atrás, pasando a poca distancia de mi cabeza, cuando me di cuenta que el rayo del sol iba a mi vera por la diestra, iluminando todo lo que por donde pasaba, alejando la niebla de allí. Me di la vuelta y troté de espaldas mirando aquel rayo de luz que me acompañaba. Empezó a subir y bajar, como si estuviera contento, formando una onda a su paso.

Se acercó a mi y me rodeó por la cintura mientras seguía trotando hacia atrás, levantando los brazos en un impulso, hasta que volvió así posición y los bajé con una tímida carcajada, aquel haz parecía un animalillo divirtiéndose, pasándoselo en grande conmigo, aunque me preguntaba por qué se había puesto a darme vueltas, pronto descarté esa pregunta, seguramente no fuese nada importante. Pero mientras trotaba sentía algo, algo que no era normal, una sensación bastante positiva. Me detuve casi en seco a escasos metros de un acantilado y el haz de luz paró y se giró hacia mi.  


En mi pecho, bajo la sudadera empecé a sentir el incandescente calor, como si una llama de fuego se encendiera allí, sentía la energía en mi interior, sentí la magia al ver los restos de dos grandes hogueras en la playa que había abajo. Volvía a sentir la magia, los duendes y las sombras bailar alrededor de ellas. Sentía que podía hacer cualquier cosa, que todo se hacía arcilla que yo podía modelar. Concentrándome, y sin más ayuda que la de mis mente modelé la mar, toda la extensión de agua que se hallaba ante mi se levantó, adquiriendo forma de mujer. 

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