Vuelo
Su especie, y aún más, su raza, se consideraba de tierra, no obstante él se consideraba que su elemento, de los cuatro considerados por Thales de Mileto, era el agua se sentía apasionado por la mar, pero se había enamorado de un ser del aire.
No era, ni mucho menos, la primera vez que aquel lobo se acercaba al claro del bosque donde el águila lo había llevado por primera vez, ella debía estar esperándolo allí. Caminaba lentamente, ¿nervioso? ¿miedo? No sabía que es lo que sentía en ese preciso momento, pero notaba como sus patas no caminaban tan firmemente como de costumbre. El pelaje de su lomo estaba erizado y andaba moviendo la cola, su forma de expresar lo feliz que era, pero también su estado de inquietud.
Sus patas acariciaban la tierra, húmeda y suave, debería apresurarse, pero no podía ir tan rápido, su cuerpo le resultaba pesado, él que había llegado a alcanzar velocidades de vértigo, que sólo un lobo podía ir, ahora comprobaba cada paso que daba, parecía que quería andar sobre seguro. Aquella sensación, o mezcla de las mismas, pocas veces la había sentido cuando era humano, estaba como un crío anhelando los regalos de navidad.
La densa vegetación de la senda hacían que al lobo le fuera muy difícil encontrar el claro donde se encontró por primera vez con el águila, pero al encontrarlo el águila lo sorprendió aguardándolo a la luz de la luna, más bella que nunca. Continuaba con el pelaje del lomo erizado, y ella con las alas…aquellas alas tan perfectas, abiertas. Sentía en ella la misma sensación que en mi, nerviosa pero muy feliz.
Dos alas me salieron del lomo, alas enormes y mi tradicional pelamen color arena se tiñó de blanco, acorde al color de las alas. No obstante, estúpido de mi, siendo joven e inexperto, al intentar alzar el vuelo, no conseguía levantar los pies del suelo, si no hubiera sido por la ayuda del águila me hubiera quedado con las cuatro patas en fijadas en la tierra, me habría perdido así una oportunidad de disfrutar, de ver un nuevo punto de vista, de mirar al resto de la fauna como si no fueran nada.
Una vez aprendido, sólo quería volar más y más alto, mas, por primera vez, el águila supero mi velocidad, estaba claro que el aire no era un terreno que yo tuviera muy trabajado, esperaba conseguir más práctica, volar más alto y volar tan rápido como el águila. Aunque me encantaba verla volar, como si acariciara el viento, con elegancia y un estilo único y característico, en contraste con mi basto e inexperto vuelo.
Pasábamos valles y montañas iluminados por la tenue luz de la luna, cubriendo todo de un místico tono azul. Nos estábamos alejando del, para nosotros, famoso claro del bosque, pero no importaba lo lejos que nos encontráramos, sólo que estábamos juntos. No era una carrera, y yo lo tenía bastante claro.
Nos acercábamos a las últimas montañas del bosque. Por primera vez veía el reflejo de la luna en el lago a tanta altura. Ella se puso justo delante del reflejo de la media luna en el mar, aquella imagen no se me irá nunca de mi mente. Sólo podía pensar en volar junto al águila por siempre.
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