Ruta hacia el cielo
¿Tiempo? ¿Cuanto tiempo habría pasado desde que estuve allí? ¿Lugar? ¿Dónde estaría ubicado? Y lo que, en ese momento ¿por qué se me venían a la cabeza estos recuerdos?
Llovía fuertemente en la ciudad, yo corría carente de paraguas, mientras sentía sobre mi el agua ciñéndoseme. Seguía adelante sin reparar en lo que pudiera pasar o lo que atrás pudiera dejar. Se apoderaba de mi el fuerte instinto de supervivencia que me hacía seguir, huyendo de mi perseguidor.
Pobremente iluminada con la triste luz azul verdosa de las farolas cubiertas por el manto de lluvia, la ciudad lucía desierta, solos estábamos mi perseguidor, yo y la lluvia. Aunque sabía que podría volverse en mi contra, pero no de aquel modo, de aquella forma. Me escabullía por pasadizos muy angostos que separaban edificios, con la esperanza de que me perdiera de vista, y a la vez con el miedo de encontrarme un callejón sin salidas. La duda era algo que no me estaba permitida.
El agua se caía de mi pelo como columnas que lo mantuvieran fijo a mi cabeza. Mi perseguidor, aunque distinto a mi, no contaba con que yo tenía sus mismas capacidades y que por mucho que él corriera, yo podía correr igual, y casi podía predecir sus movimientos. Sólo esperaba que él no predijera los míos, cosa que, para mi desgracia, parecía que estaba haciendo.
Continué por una de esos calles que no levaban a ninguna parte, pero diferente, esta carecía de farolas que, aunque alumbraran poco, algo hacían que viera. Mirando un segundo hacia atrás lo vi. Lo vi tan cerca que me asusté, aunque en realidad la distancia nunca había variado. Aquella bestia era incombustible, no parecía agotarse, y por supuesto, yo tampoco me rendiría en mi empeño de sobrevivir.
Mi salvación vino en forma de estación de metro. Estaba seguro que aquel cuadrúpedo animal sería incapaz de pasar por los sistemas de pago del metro. Los salté sin problemas, y miré hacia atrás, observando con asombro y terror como la bestia saltaba por ellos sin ningún esfuerzo. Sin pensarlo dos veces, volví a huir tan rápido como me fuese posible, pero de nada sirvió.
La bestia, inteligente como nadie, supo como acorralarme de forma que en aquella estación. Los azulejos de aquella triste y solitaria estación, teñidos del verde azulado de los fluorescentes serían testigos del final de una vida, una vela que se apaga. Bañándose en sangre vería como acaba mi historia. Pasaron por mi cabeza tantos recuerdos, hasta quedarse bloqueados en uno. Sólo era capaz de ver al águila blanca batiendo sus alas frente a mi.
Sus dientes amenazantes sólo constataban mi final, cuando de pronto comenzó a moverse la tierra y el techo empezó a ceder ante los temblores. Aquel que iba a darme caza parecía no acobardarse ante aquel fenómeno, mientras su hocico me apuntaba. Un estrepitoso piar hizo retroceder al animal, mientras echaba hacia atrás sus orejas y metía su cola entre las patas traseras, asustado. El águila apareció de manera magistral por aquel agujero que se había formado, la lluvia no parecía afectarle.
El animal se me acercó haciendo que la bestia diera un paso atrás, sin cesar de enseñar su dentadura, como si la ira lo fuera consumiendo. Escuchaba sus gruñidos, pero ya no tenía miedo, el águila estaba conmigo. Aunque, sin esperarlo, el águila alzó el vuelo, volviéndome a dejar con la bestia, la cual volvió a acercarse lentamente, con el pelaje totalmente erizado y la cola recta, de caza.
Algo había cambiado. Sentí la camiseta muy ceñida al pecho, cada vez más, hasta que se rajó por la mitad en vertical. De mi espalda habían crecido dos grandes alas blancas, como las del águila, pero a mi medida. Sin que nadie me enseñara, supe como usarlas. Las extendí y comprobé como el lobo volvía a tenerme miedo, volvía a someterse a mi, escondiendo su cola entre las patas.
Sin prestar atención a la lluvia alcé el vuelo y me encontré con el águila en las alturas, sobre la ciudad. Entonces pasó lo que nunca antes había visto, el águila empezó a transformarse en otro ser, ante mis ojos pude ver como cambiaba a una forma humana, una mujer humana con alas, con la belleza de un águila.
Comentarios
Publicar un comentario
Me gustaría saber tu opinión sobre esta entrada.