Involución
En el refugio que habíamos construido el frío se filtraba por los resquicios de la madera de los que antaño nos producían el preciado, y hoy escaso, oxígeno. El olor a butano producido por la pequeña candela que habíamos formado quemando todo lo que estaba en nuestras manos. Los aparatos tecnológicos hacía tiempo que, por el frío o por falta de batería, habían quedado inservibles.
Las últimas noticias que habíamos recibido del exterior, cuando aún había reservas eléctricas, fueron que los cadáveres se amontonaban por las calles, aunque no hacía falta que un tío trajeado nos lo dijera por la televisión. Los gobiernos de todo el mundo se habían disuelto, en el planeta reinaba el caos, la hambruna y enfermedades que se creían extintas estaban diezmando a la humanidad. A ello se le sumaba la falta de oxígeno producido por la intensa deforestación llevada acabo desde la revolución industrial hasta nuestros días…no, hoy nadie corta árboles, nadie sale a la calle.
Los alimentos de la despensa del refugio descendía a una velocidad vertiginosa, cada lata de conserva que abríamos nos acercaba silenciosamente a la muerte. Empezamos siendo diez en el refugio, y como si de una novela negra se tratara, quedamos tres. La muerte nos ronda, la deshidratación por beber sólo agua de nieve descongelada, inhalación de gases tóxicos producidos por la fogata que manteníamos viva gracias al butano de las bombonas… y los cadáveres de nuestros amigos. Nos queda claro que la supervivencia priva a la amistad.
Incapaces de conseguir medicinas para enfermedades contraídas, muchos de los nuestros murieron, y la incapacidad para adaptarse a situaciones extremas. Estamos volviendo a los orígenes, la selección natural vuelve a reinar entre nosotros: sólo sobreviven los más aptos, volvemos a la evolución después de años de involución.
El ser humano dejó de evolucionar hace años, cuando sus comodidades fueron satisfecha, cuando la cultura del derroche, el exceso, dominaban la sociedad. Cuando emitían los gases que les daba la gana a la atmósfera, cuando sojuzgaban los bosques a su merced, aminorando la masa forestal del planeta hasta extremos inimaginables. La basura dominado las calles, la gente desechaba lo que no necesitaba, su rutina era consumir y tirar, sin pensar en que eso que consumían era limitado, y lo que desechaban quedaba estancado. Hasta un punto irreversible donde la contaminación supera los elementos vitales de primera necesidad.
Podríamos pasarnos lo poco que nos queda de vida culpando a generaciones anteriores por su egoísmo, por haber consumido el planeta hasta estos extremos, por su irresponsabilidad con respecto a temas del desarrollo sostenible, pero de nada nos serviría, al igual que de nada nos sirve intentar arreglarlo una vez pasado el punto de no retorno. Sólo nos queda esperar a la muerte, esperar a la extinción. Para la especie humana, y mucho me temo que también para el resto de especies, por nuestra culpa, esto es el fin. Es como si al irse se cayera por un profundo agujeró y agarrara por los tobillos a los animales y plantas para que cayeran con él.
Se me viene a la cabeza lo efímero que era todo antes, yo estudiaba en la universidad, tenía mis proyectos de futuro antes del calor. El calentamiento global fue simplemente un aviso, las sequías, las temperaturas extremadamente altas, los incendios… no se podía salir a la calle. Inconscientes de nosotros, poníamos los aparatos de aire acondicionado hasta que dieron su último suspiro. Aquella catástrofe sirvió como cortina de humo para los gobiernos, así podrían tapar la corrupción que se había llevado hasta la fecha. Los parados no les importaban, pero quedó de manifiesto su inaptitud política con la indiferencia ante las elevadas tasas de moralidad producida por la ola de calor.
La gente, con pánico, desechaba la ropa, los pudores de evaporaron como el agua, nadie aguantaba ese calor. Pocos fuimos los prudentes que mantuvimos los abrigos en los armarios, porque al llegar el diluvio la gente moría de frío… sin saber que lo peor estaba por llegar.
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