Ran#288
Imagínese en su casa, está usted en su salón, tranquilamente, solo, viendo ta televisión con su perro. La luz está apagada, y usted ve un programa al que apenas hecha cuenta. Gritos e histerismos procedentes de esta inundan el salón. Se está durmiendo, tiene mucho sueño, y, aunque no consigue seguir el hilo de la programación, lucha contra sus párpados para no dormirse.
Sobre la mesa del salón hay un teléfono, del cual desconocía de su existencia. Comienza a sonar. Levanta medio cuerpo, se extraña de ese sonido. ¿Lo había oído antes? Por supuesto, era el característico sonido del teléfono alemán de la difunta tía de su abuela. Murió cuando usted solo tenía cinco años, aunque recuerda cuando iba a esa enorme casa acompañado de su abuela a visitar a esa ancianísima mujer. Y, como cuando usted era joven, ese sonido le chirriaba en los tímpanos molestamente.
Descuelga rápidamente para evitar seguir oyendo ese molesto sonido, no obstante, solo escucha una mínima interferencia que rompe el silencio, y de fondo la banda sonora de la película que estaba viendo. Usted permanece inmóvil, iluminado por la intermitente luz azul que despide la televisión, a la espera que alguien conteste. Decide preguntar con voz temblorosa quién llama, pero no le responden.
Extrañado cuelga. Pero vuelve a sonar. La televisión pareció molesta porque su sonido es eclipsado por el sonido del antiguo teléfono, por lo que subió su volumen, misteriosamente y cambió la escena, comportándose como una televisión analógica. Usted, desconcertado, desenchufa la televisión de la toma de corriente y el teléfono. Y durante unos segundos permaneció en silencio.
En su salón, ahora solo la oscuridad le rodea, decide ir a encender la luz, pero en el momento que oprime el interruptor, la luz se enciende durante una milésima de segundo, a la siguiente, da un fuerte estallido. Y una tras otra, todas las bombillas de su casa estallan, tanto alógenas como fluorescentes.
Se da cuenta que su perro ha desaparecido. No está. Aunque más tarde ve una figura un tanto felina caminando por el suelo. Primero piensa que es su perro, pero tras un breve análisis de sus movimientos sentencia que no es un perro. Es una figura menor, y parece sufrir una leve cojera en la pata izquierda trasera. Le recuerda a su anterior gato, al que usted mató por accidente con el coche. Sale del salón corriendo, y se percata del reciente olor a muerto que inunda ahora la casa. Va a la cocina a por un vaso de agua, pero ahí el olor se hace más intenso, tanto, que usted no puede contener las náuseas y acaba vomitando la pizza que se había comido con anterioridad. Intenta seguir adelante, pero tropieza con algo, algo que parece blando. Lo toca, está pegajoso, y huele peor. Lo palpa descubre la familiar forma canina de su perro, ahora muerto, como si mil gatos le hubieran arañado.
Tiene miedo, se asusta de aquello. Y decide salir fuera, pero la puerta está bloqueada. Es entonces cuando todos los aparatos de la casa empiezan a funcionar, pero sobre todo el destacado sonido del teléfono le desquicia. Vuelve a intentar abrir la puerta, pero se ve incapaz de abrirla, y siente que sus fuerzas se agotan aporreando la puerta. Nadie parece escucharle, y eso le desespera aún más. Aquella oscuridad y todos los electrodomésticos sonando a la vez, emitiendo extrañas luces.
Pero su claustrofobia se solventa cuando ve una ventana. Corre hacia ella, con la esperanza de poder huir de su propia casa, para su satisfacción, la ventana está abierta.
Imagínese en el borde de una ventana del décimo piso, asustado por lo que oye detrás de usted.
¿Saltaría?
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