entre sus manos
Se despertó por la mañana, la noto distinta, lejos del agobio y las prisas que normalmente la rondan, hoy en su cara brilla su mejor sonrisa. Una pequeña flor entre sus dedos que se ha encontrado sobre su mesita de noche, el mayor tesoro que sus finas manos pudieran guardar. Una mirada agradecida, que aunque es ya toda una mujer tiene un brillo infantil en sus ojos. Los ecos de un alma de niña tan pura, donde mana el amor, donde nace la ternura.
Al hablar de sus ojos, lo menos importante quizás sea su color. Al hablar de sus ojos me refiero al brillo que estos adoptan cuando su corazón siente, a lo que son capaces de expresar desde la concentración mientras se maquilla a cuando se siente bonita. Unos ojos que guardan tras de sí una ilusión, un enfado, una promesa, el agotamiento, una motivación o una lágrima. Guarda tras de sí una mirada enamorada que me hacen sentirme el más feliz del mundo.
Ella va alumbrando al mundo con su sencilla sonrisa. Cada persona que se la cruza tiene un día un poquito más feliz. Con su flor entre las manos camina casi dando saltitos. Nadie sabe cuál es el motivo de tanta alegría, pero como un hechizo, se contagia con más facilidad de la que se pueda imaginar. Una sonrisa, síntoma inequívoco de la locura que la tiene presa. Mira al cielo, a los árboles del parque, a cada charco del suelo, y en su cabecita ¿quién andará?
Camina feliz, camina con su mejor sonrisa por la estación de las flores. El mes del azahar brilla en sus ojos, la alegría de quien anda sin saber adónde va, sin conocer el camino. Distraída con todo aquello que se va moviendo en derredor, sintiéndose tan libre como un pez que nada en la inmensidad del océano. Una canción con base en la guitarra que resuena en su cabeza la hace tararear, acordes con una nostálgica melodía salen de su garganta.
Sólo ella es capaz de sacar un cielo azul del dolor, un campo verde de un frío rail del tren que lleve a algún paraíso lejano, una sonrisa tras un velo. Sabe ser tan fuerte como mostrarse tierna y delicada. Cargada de sueños que la llevan a las ciudades más bellas, navegando por ríos de oro y plata entre palacios fantásticos. De mascota dragones, por corona las flores de un reino que se baña en sus colores, donde sólo ella es la reina.
Capaz de convertir un segundo en toda una eternidad y toda la eternidad en una mísera fracción de tiempo. Como si estando con ella se abriera un nuevo universo que nace de sus besos y su cariño, con un susurro al oído. Un conjuro tras un marco que contiene esa dulce foto nuestra, recuerdos de una tarde de verano, el aroma avainillado de su pelo…Una pulsera de cuero que místicamente nos une, un pequeño Totoro que va en busca de sus bellotas.
Mi deseo es que esa alegría, que se refleja hoy en su mirar, no se desvanezca nunca. Ese brillo de sus ojos que bien parece la luz verdadera, la que sale del fondo de su corazón, ese corazón que siente y es capaz de hacer sentir hasta el punto de llegarte a emocionar. Como ya le dije hace poco tiempo, que ninguna tormenta dura más de siete días, que no se olvide de ser feliz por muchas adversidades que aparezcan.
Que cuando hablo de ella no me refiero a una diosa divina, ni a un hada de cuento. Yo hablo de ella como una mujer, con sus virtudes y con sus defectos, aunque para mí siempre será la chica más bonita que jamás sostenga la flor del azahar entre sus manos.
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