Sí, señor
¡Estoy vivo! Vivo y bloggeando, para bien o para mal.
Un tema de emergencia humana que no sé por qué no he hablado antes.
Actualmente, los niños tienen de todo lo que puedan desear, imagínate un crío en España u otro país–aparentemente–desarrollado, goza de unos derechos, protección civil de cualquier peligro, se les trata como verdaderas personas, restringiéndoles, como es obvio, algunas cosas, como la venta de alcohol, tabaco, entre otras.
Pero ahora imagínate un niño en un país del tercer mundo, el quinto en una familia de siete hermanos, con una camiseta, rasgada, si quieres, y unos pantalones como única ropa. Ponle nombre, por ejemplo, Willy. Willy apenas puede comer, tiene que buscar comida del suelo, pues la comida que llega a su casa suele ir para sus hermanos mayores, beber agua de charcos, imagínatelo agachado, bebiendo de un agua marrón anaranjada. No tiene más juguetes que una lata de Coca-cola que un día encontró en el suelo, vacía, ya casi oxidada.
Un buen día llegan unos hombres, vestidos con trajes de camuflaje y armados y lo cogen de su delgado brazo y se llevan a Willy, reclutado en el ejército infantil, en una guerra que no tiene nada que ver con él, separándole de su madre y sus hermanos. Una guerra que ni perderá ni ganará, sólo será un peón que sacrificar en una macro-partida de ajedrez.
Poco a poco, Willy se irá insensibilizando, amor y odio son el mismo concepto, pues ha olvidado que significaban. Sus ojos negros miran sin ningún sentimiento a otro niño que, como él fue raptado, pero este va desarmado, tiene miedo. Willy es capaz de oler su temor. Alza su metralleta a la cabeza del otro niño, encogido, tembloroso y asustado, con sus ojos cerrados, de los que se desprende lenta y suavemente una lágrima de terror.
Antes de que la lágrima tocara el suelo, Willy lo condujo al Paraíso.
¿Quién es el malo de la historia? Te preguntó hoy, ¿Willy? ¿El niño muerto? ¿O régimen que por ambición de poder, por intereses económicos o una disputa diplomática ha empezado una guerra de la que miles de peones, a los que les han lavado el cerebro y les han insensibilizado, preparados para cumplir ciegamente la voluntad de aquellos que serán los que saldrán victoriosos o derrotados de la guerra, afectará de forma ajena a su voluntad e intereses?
Willy no es el malo, porque Willy participa enajenado en la guerra–es él quien participa en la guerra sin ser él mismo–. Willy ya no es una persona, sino una máquina de mutilación, una máquina de matar, una máquina con código de barras que cumple órdenes sin cuestionarse la moralidad de las mismas.
El país de Willy ganará o perderá la guerra, pero Willy ha perdido su persona, ha perdido su alma.
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