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Sí que es cierto que en el pasado hay mucha caca de Whatsapp triste, y que muchísimas cosas se podrían cambiar, pero está ahí y ahí se queda, para aprender de errores y recordar lo bueno.

Probablemente sabes ya que mi teoría freudiana favorita es el complejo de Edipo, pero también he leído recientemente la teoría del Yo, el Superyó y el Ello. Si hubiera vivido un siglo–o dos–antes, consideraría a Freud un plagiador de mi teoría del intra-ego. Y hoy quiero implementar mi teoría–plagiando (en parte) a Freud.

Para refrescar la memoria, el intra-ego es aquello con lo que nacemos, nuestro yo más auténtico, al cual lo vamos vistiendo con diferentes prendas, maquillándolo con todo tipo de pinturas, etcétera. En términos freudianos, el intra-ego sería como el Ello, la parte más instintiva de la personalidad, conscientemente no sabemos de su existencia, pues está bajo esos miles de abrigos que confortan el Yo. Pero, ¿qué pasa con las aspiraciones, ilusiones y demás? Para Freud esto está dentro del Superyó–y reconozco que esa parte me la salté, y como me la salté, la implementaré–.

Todos tenemos aspiraciones, deseos, ilusiones, hasta en el lecho de muerte–cuando se reparte la herencia y el dinerito–. Pero a estos entes se les puede dar un matiz positivo o negativo, dependiendo de disponibilidad relativa de los mismos. ¿Qué quiero decir con esto? Es cierto que tenemos deseos, pero hasta el más optimista sabe que su deseo de subyugar al planeta tierra bajo su incuestionable poder es posible, pero está muy lejos de su alcance, sin embargo el deseo de comprarse un chicle lo tiene siempre que tenga un puesto de chucherías cercano.

La parte negativa se hace presente cuando el ansia de tener eso que es muy difícil de alcanzar y el sujeto actúa de una manera determinada, que no sólo reviste su intra-ego de prepotencia, sino que hace como un muñeco de barro que imita a su intra-ego, pero lo mejora tal y como este sujeto cree que será mejor, para Feud, la manera que tiene de alcanzar el Yo al Superyó.

Esta figura de barro la llamaremos alter-ego–otro yo–, a nuestros ojos debería ser perfecto. El problema reside en cuando el alter-ego comienza a actuar al margen de la voluntad de nuestro intra-ego. En este caso no nos sentiremos nosotros mismo, dentro de ti hay otra persona, ese alter-ego. La mayoría de nosotros tiene hecho un alter-ego, que es mucho más fácil que actúe él por nosotros delante de ciertas personas. 

¿Impresionar a alguien? ¿Intentar aparentar ser superiores? Cada cual tiene sus motivos para sacar a su álter-ego. Pero este crea en nosotros una dualidad intra-ego/alter-ego, una lucha entre lo que somos y lo que aparentamos, y esta lucha no nos da la felicidad. Podríamos decir que la felicidad la da la cercanía al intra-ego, cuando este está más desnudo, más simple. El alter-ego sólo es más fácil, no más bueno, lo podemos modificar, pero las ropas que lleva sólo son barro, no se pueden quitar como sucede con el intra-ego.

En una línea, veríamos que conforme más personalidad se tenga, más cercano se está al intra-ego, y al contrario, conforme menos personalidad se tenga, más cercano se está al alter-ego, la persona que aparentamos, y muchas veces no queremos ser, o a cualquier otra. Sólo a partir de un punto de personalidad, el sujeto comienza a hacerse el intra-ego, y, para mi, ese punto es cuando los deseos incumplidos o inalcanzables pesan más que los cumplidos.

Antes de culpar a otro, comprueba si la raíz de los problemas no es ese alter-ego que has moldeado.

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