Cazador de estrellas

Desde siempre el cielo nocturno tiene algo que me hace pensar en cosas muy diversas. Algo que nadie es capaz de ver, pero todos pueden percibirlo. Hace que mi vida entera se tome un descanso y con un suspiro empiezo a flotar en el espacio, solo con mis pensamientos. Por mi cabeza solo fluyen palabras, mi voz hablándome de lo que quiere pensar, lo que mi mente complementa con imágenes. Me entretengo uniendo las estrellas, imaginándome formas, me pierdo en un río de luz que atraviesa la noche.


Me pregunto si de las miles de millones de estrellas que hay en el cielo todas tienen nombre, con todas las que son no importará que una de ellas llevara el mío. Las veo en el cielo, intento contarlas, pero me es imposible. Me gustan las noches sin luna porque es cuando más estrellas hay, y seguro que así podré ponerle mi nombre a una que aún no haya sido descubierta. El silencio me envuelve, tan solo mi respiración, mi corazón y una leve brisa moviendo las hojas.

Las estrellas parecen estar siempre quietas, en el mismo lugar. Pero se mueven. Muy lentamente, todas van en armonía, de forma que los humanos no nos damos cuenta de su movimiento. De pronto una estrella poco brillante cruza el cielo de un lado a otro en de forma recta y uniforme, demasiado lento como para ser una estrella fugaz. Un satélite artificial. De forma curiosa pienso en cómo el satélite surca el firmamento como si rompiera la armonía que originariamente hubiera.

Ver el satélite me recuerda en cómo lo humano «estropea» la belleza de lo natural en multitud de ocasiones. Pienso en lo que me gusta un paisaje, sea el que sea, como una montaña donde el verde abunda, una playa al natural, un desierto, ya sea de arena o rocoso. El mismo mar en sí mismo, en cualquier estado, o cuando una gran nube cubre todo el cielo haciendo que llegue una luz diferente y volviendo todo especial, como si fuese nuevo. 

Por otra parte hay tantas cosas humanas que intentan adaptarse al mundo sin tener en cuenta lo que había antes que resulta horrible, no solo para la vista, sino para tantos sentidos. Barriadas enteras edificadas frente al mar que se alzan donde antes habían dunas, objetos extraños que nadie entiende hechos artes, obviamente con su significado, pero eso no es razón suficiente para que deje de ser algo feo. Pero luego se me pasa por la cabeza lo lejos que ha llegado el ser humano.

Vuelvo al mundo real, a la oscuridad de la noche, con las estrellas. Parece que en la ruta de esto del pensamiento nocturno aleatorio, es de obligado cumplimiento pensar en el momento de la creación, si realmente la hubo, si habrá un final, cómo fue. Interrogantes que tal vez todo aquel que haya visto el firmamento en ausencia de ruido se ha hecho. Tal vez hubo un hacedor, alguien con alma de artista. Alguien que pusiera belleza en todo lo que hacía, quién sabe si con significado, quién sabe si con sentido.


Mire donde mire veo la belleza de un mundo con miles de detalles destinados a alegrarnos el día, como si ese hacedor hubiera puesto todas las estrellas ahí donde están solo para hacernos felices al verlas. No sé si la vida tiene algún sentido especial, lo que sí sé es que de una manera u otra otros queremos pasar a la historia, y ese deseo lo expresamos en forma de arte, haciendo algo grande, a la altura del hacedor del universo, algo humanitario… O poniéndole mi nombre a una estrella.


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