Cada cinco segundos

El tiempo pasa como nieve que cae, creando un manto cada vez más alto al que llamamos la historia, y dentro de la historia hay infinitas historias, algunas que aún sin ser contadas y aún estando en el olvido permanecen ahí, sepultadas bajo la nieve. El tiempo que coge el futuro, lo envuelve de presente y lo almacena en un pasado, lo deja caer, lo deja ir. Intentamos jugar con él sin darnos cuenta de que sólo somos personas y jamás podemos recuperar un tiempo caído en el pasado.


Cada cinco segundos le da tiempo a nacer a veintisiete bebes. Cada cinco segundos abren sus ojos a un mundo nuevo, extraño y en ocasiones es hasta hostil, pero es nuevo y tienen toda una vida por delante, todo el tiempo del mundo: mucho futuro y nada de pasado. Y segundo a segundo se hacen mayores, en lo que dura un suspiro se van de casa de sus padres, a seguir con un ciclo eterno, a formar otra familia con más niños. 

Cada cinco segundos cerca de quince personas expulsan de su ser el último aliento. Quince humanos que se van con lo puesto, que dejan de ser ricos, pobres, buenos o malos, que pasan a formar parte de la nieve que cae sin parar, de un invierno eterno. Quince vidas que se apagan cada cinco segundos, dejando atrás un pasado, sin futuro, sin presente. Quince sentimientos de arrepentimiento por una vida que no tuvieron desvanecidos, quince sonrisas por una vida plena que del presente se borran. 

Cada cinco segundos nacen miles de sueños por cumplir, pero solo unos pocos llegan a morir en la realidad. Miles de esperanzas que brotan como farolillos en la noche que surcan el cielo. Plegarias entre llantos pidiendo paz como notas musicales tan calladas que nadie parece oírlas. Desilusiones que son enterradas para no volver a verlas nunca más. Cada cinco segundos se producen cientos de reencuentros. Cientos de maletas que esperan para partir y quién sabe si algún día volverán.

Son tan solo cinco segundos los que pasan, lentos como la arena cayendo grano a grano por un reloj de arena, o tan rápidos como dura un pestañeo, los que abarcan tanto como para subir más de tres mil fotos a cualquier red social, cada foto con su historia que contar, con su significado para aquel que la subió. Cada cinco segundos que pasan se descargan miles de canciones que a cada cual le hacen sentirse de una manera u otra. 

En los cinco segundos que se tarda en leer esta frase nos han bombardeado miles de átomos que vienen de lo más lejano de espacio, atraviesan nuestros cuerpos sin ningún efecto. En estos cinco segundos la luna está un poco más alejada de la tierra, y estamos cinco segundos más cerca de nuestro primer contacto con extraterrestres, o de descubrir que estamos solos en un enorme universo. Un universo que envejece y que cada cinco segundos se expande más y más.

Cinco segundos son cinco movimientos del segundero, independientes al resto del universo. Son cinco pensamientos, cinco sentimientos que vienen y van. Cinco millones de cosas que pasan en un mundo que no para nunca, y siempre con mil historias que contar o que callar. Cada cinco segundos hay una luz que se enciende cuando una se apaga en este planeta, donde en un lugar amanece, en el extremo opuesto anochece, y el tiempo sigue corriendo.


Cinco millones de historias que no se cuentan, que se entierran en un tiempo que como la nieve cae incesante, enterrando toda huella presente a su paso. Futuro que se convierte en presente, y en lo que tardas en percibirlo, ese presente ya se ha ido y parece tan pasado como si hubiera ocurrido hace eones. Y siempre parece que el en tiempo se queda algo por decir, bajo la nieve.


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