Alma de niño

Es curioso, de pequeños nadie nos dice cómo ser niños, cómo hemos de jugar ni cómo ser nosotros mismos. Nadie nos dice cómo crear miles de universos imaginarios que tenían su origen en cualquier cuarto de juegos y su fin en el grito de «a comer» de cualquier madre. Si nadie nos dice cómo colgarnos de una nube que sobrevuele la ciudad de los sueños en nuestra imaginación, y nadie nos enseña qué es la vergüenza y el ridículo, ¿por qué han de hacerlo de adultos?

En una vida llena de números que nos controlan, disfrazándose de dinero de una hipoteca, notas de corte para un futuro, kilos que perder o algo tan tonto como el tanto por ciento de la batería del móvil, en una vida regida por convencionalismos sociales y modas que van y vienen, se alza una pequeña llama de originalidad en la mente de cada niño que juega en su habitación con unos pocos juguetes. Buceando por su imaginación es dónde se encuentra las cosas que nunca antes nadie ha visto.

Demasiado joven para comprender un complejo mundo forjado por adultos, pero no falto de inteligencia como para entenderlo. Cientos de cosas por aprender y miles imaginadas, con una curiosidad cargada de preguntas que tal vez nadie se atreva a contestar. Y en su fuero más interno, una mente capaz de crear de la nada todo un universo de fantasía, crear un sueño que supere a cualquier utopía ideada por los adultos, crear una historia que alcance a los autores más laureados. Capaz de crear.

Algo en nuestra vida marca un antes y un después, como si se tratara de una ley que rige el comportamiento humano. Se va degradando una imaginación única y sin límites que llena nuestra infancia hasta el punto de quedar en un segundo plano. Las preocupaciones toman las riendas y la rutina nos asfixia sin dejarnos ver más allá. Confundimos lo urgente con lo importante. Es como si los adultos buscaran algo que no saben. Es como si se hubieran olvidado de ser felices.

¿Dónde quedaron esos tiempos que un simple caballito de madera era capaz de hacer que cabalgáramos por todo el oeste? Nada más complejo que una caja de cartón que hiciera las veces de barco con el que navegar por un mar que conecte cada confín de mi mundo. Un palo que se convertía en la espada más poderosa del universo, con la que derrotar a miles de enemigos por la justicia y la paz en un reino donde soy el rey.

Volar sobre unas praderas que el sol del atardecer tiñe de dorado, ser un caballo negro sintiendo el viento de frente, poder rozar y mirar desde arriba a las nubes como lo haría un ángel. Sentirse todo un músico con tan sólo dos palos y algo contra lo que golpearlos.  Disfrutar cada pequeño detalle que la vida nos deja en cada resquicio del camino. Ser tan libre como tú imaginación lo permita, viviendo el presente sin pensar más allá de mañana. 

Tal vez ya no recordemos todo lo que significaba para nosotros esa habitación dónde podíamos hacer magia y todos nuestros sueños realidad, por extraños que estos fuesen. Tal vez ese universo que cumpliera todos nuestros deseos se desvió de nuestro camino tomando la senda del olvido. Quizás ya no nos acordamos que hubo un tiempo en nuestra vida en el que para todos nosotros no existía la maldad, tan sólo la picardía típica de un niño soñando siempre con ser mayor.

Nadie nos dice cómo tenemos que ser cuando somos pequeños, ya lo hacemos solos, por instinto. Nadie nos dice cómo tenemos que imaginar las cosas ni la manera en la que debemos pensar. Ni en nuestra infancia ni en nuestra madurez, porque algo en nuestro interior nos hace únicos, un alma de niño que se niega a crecer.


Comentarios

más leídas