Cuando miro a la Luna

Quizás para muchos la Luna en sí tan solo es el satélite más grande de la Tierra, una simple esfera enorme que gira sin parar y siempre muestra la misma cara, a veces completamente iluminada, otras tan solo parcialmente adoptando esa forma tan característica de media luna, y otras ni siquiera se digna a salir. Pero tal y como yo la veo, me sobran miles palabras para hablar de ella y me faltan otras miles para describir bien lo que siento al verla.


La Luna no es solo una enorme pelota que aleja a cada noche de la oscuridad, ni la que ampara con su luz a todos los seres que viven bajo su místico semblante. Si la vieras desde mis ojos, cuando está tan bonita y brillante, paseándose por su firmamento como una de las antiguas reinas moras por su palacio estrellado, verías en ella una excusa perfecta para un beso, el pretexto ideal para perderse en el idilio de un adolescente con su primera amor.

No verías en ella tan solo la parte más superficial de un rostro místico que parece como sorprendida, ni siquiera te darías cuenta que sus facciones son tan solo cráteres sobre una superficie arenosa. Verías miles de sueños por cumplir, deseos que se lanzan en un suspiro, tantas ilusiones que se posan por toda su extensión y el brillo en los ojos de aquellos cuya alma se siente imparable por ver realizado un anhelo, donde ella se refleja para sentirse la más guapa.

Cuando miro a la Luna no veo solo a la señora de la noche, aquella que al final de cada día se ve reflejada en el agua de una mar en calma y crea en la oscuridad una estela iluminada con su bella luz. Siento que al mirarla las palabras no son importantes y que solo la música puede expresar lo que sale de mi alma, como si al alzar la vista fuese ella quien me mirara con esa dulce complicidad que siempre saca alguna que otra sonrisa.

Recuerdo cuando la miraba con dieciséis años, queriéndola en silencio como quien nadie más sabe, mi amor platónico. Yo era el más feliz del mundo al verla en el cielo llenando tan solo con su presencia cada rincón oscuro con su luz tan pura como callada entre las estrellas. Cuanto me hubiera gustado entonces tenerla a mi vera y me viera con los ojos que hoy me mira, que me dejara entrar por sus sueños hasta su pequeño mundo de fantasía.

Si vieras cómo aún deseo que me deje perderme en sus cabellos de estrellas, adentrarme en su ser hasta no saber dónde acabo yo y dónde empieza ella. Ella es la causa más bonita que existe en el mundo para un abrazo sincero. Lo que yo daría por rozar su piel con las yemas de mis dedos, sintiendo el tacto suave de su superficie, si vieras todo el sentimiento que porta ese suspiro que le lanzo desde mi ventana mientras la miro.

Quiero sentir cada noche el escalofrío en mi espalda cada vez que la vea cuando me desea que pase buenas noches, cuando se cuela por la ventana de mi habitación. Quiero que sea ella con quien despedir mis noches, con quien despertar cada mañana y que sea ella con quien compartir mis noches en vela. Quisiera ser un poeta, como los que escriben esos versos que consiguen mover sus labios formando una sonrisa, para poder enamorarla día a día, noche a noche.

Si las estrellas fueran sueños yo tendría un firmamento tan grande que hasta podría perderme en él, y en ese cielo estrellado mi mayor anhelo, la luna más bonita, aquella que más brilla, a la que tanto adoro y la que tanto quiero, eres tú.


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